Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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Con motivo del terremoto de 1976 me tocó vivir mi primera y tremenda experiencia frente a los desastres, cuando como novato Rotario me uní a los esfuerzos de lo que tiempo después recibió el nombre de Comité de Emergencia Rotario, a quien el mismo presidente General Kjell Laugerud le encargó la reconstrucción de una cabecera municipal que había quedado dañada y su población en serias y delicadas condiciones, carente no solo de su infraestructura y viviendas. No soy un advenedizo entonces y como a tantos guatemaltecos, algo nos dejó de experiencia para saber que la reconstrucción de un poblado no se hace con cáscaras de huevo, mucho menos con falsas apariencias o ilusiones.

Digo lo anterior, porque acabo de enterarme que la Municipalidad de Guatemala anunció que se había instalado un campamento temporal municipal en Escuintla, diseñado para 612 personas y que en una primera fase se recibirían solo a 40 familias, equivalente a más o menos cien personas, en un terreno municipal de aproximadamente dos manzanas. Pero cuando analizo las cifras de la Conred en que resultaron afectadas alrededor de 1 millón, 714 mil 387 personas y 12 mil 823 fueron evacuadas del lugar, se podrá comprender que me pareció que darle atención temporal a apenas cien de ellas no es precisamente el camino para ir encontrando soluciones definitivas al problema derivado de la erupción del Volcán de Fuego, sino que es urgente que el gobierno central como los edilicios involucrados en el asunto y de ser posible con la población entera, enfrenten con seriedad la urgente necesidad de montar una buena organización para resolver el problema impostergable que está enfrente de todos nosotros.

Por ello digo que el pueblo ya no cree en cuentos, como los que nos han venido contando después del desastre. A estas alturas, según mi pobre pero no advenedizo criterio, debiéramos estar formalmente informados del número exacto de muertos, heridos, afectados, sin viviendas y de todo lo necesario, para que sobre esa base y sin suposiciones se pudiera levantar el listado de necesidades a cubrir, fuera por el Estado, sus instituciones o por los mismos afectados a través de programas de apoyo tanto técnico, alimenticio, nutricional y de viviendas claramente definidas y así poder armar el presupuesto de gastos e inversiones y como consecuencia de ello, determinar la fuente de recursos económico-financieros que van a ser necesarios, pues de lo contrario, vamos a seguir viendo lo mismo, soluciones que podrán ser buenas medidas paliativas, pero temporales y no soluciones definitivas de mediano o largo alcance. De ahí que insista en sugerir que no hay más tiempo que perder.

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