Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Los gobernantes siempre se quejan de la prensa independiente que publica hechos que ellos quisieran que pasaran inadvertidos, porque al ser divulgados dañan su imagen y por ello promueven acuerdos con medios que se prestan a maquillar la realidad para quedar bien con los poderosos. A esos medios que falsean la realidad los consideran veraces mientras que a los otros, los que no se pliegan, son calificados como propagadores de malas noticias y de mentiras.

En Pittsburgh, conocida antaño como la ciudad del acero y ahora como ciudad del conocimiento, por décadas el diario Pittsburgh Post Gazette fue reputado como un periódico serio y responsable preocupado por los asuntos de la comunidad, pero desavenencias familiares entre los dueños colocaron al frente de la parte editorial a gente que abandonó por completo toda la historia acumulada a lo largo de muchas décadas de ejercicio muy profesional del periodismo, al punto de que recientemente fue despedido el premiado caricaturista Rob Rogers por sus publicaciones críticas a la figura de Donald Trump, evidenciando la clara tendencia actual que comparte la visión que de la prensa y de las noticias falsas tiene el ahora Presidente de los Estados Unidos.

Leer hoy el Post Gazette sirve para ver cómo es que realmente funcionan los verdaderos propagadores de las noticias falsas y por ello han estado perdiendo muchos lectores porque el público entiende que el viraje no ha sido para mejorar la calidad sino para propagar las patrañas que se repiten en la Casa Blanca, especialmente relacionadas con el tipo de gene que, según ellos, son los migrantes que llegan a ese país.

Esta semana mi hijo que vive en Pittsburgh canceló la suscripción que por varias décadas mantuvo y cuando le preguntaron la razón para esa decisión les dijo que lo hizo porque tras muchos años de haber sido lector leal de la edición impresa, por la forma de reportar los hechos y sus editoriales orientados a la visión de la gente común de la calle, ahora estaba recibiendo un diario cuya línea editorial refleja la soberbia y la cultura tribal que promueve el presidente Trump. Ya no es, agregó, aquel periódico local que promovía las ideas de la familia Block y de la comunidad de Pittsburgh respecto al trabajo duro, la honestidad y la igualdad de todos los habitantes de esa ciudad.

En su respuesta les dijo que el papel que ahora juegan John Robinson Block y Keith Burris como responsables de la línea editorial es una vergüenza por la hipocresía abrumadora que reflejan y que se mostró esta semana cuando Burris atacó en su columna a la gente que lo etiqueta, sin reparar en que ellos etiquetaron de mala manera al caricaturista Rogers al momento de despedirlo.

Alrededor del mundo se encuentra prensa comprometida con sus comunidades y prensa comprometida con los poderosos y toca al lector decidir cuál es la que mejor le sirve.

Pero la que verdaderamente maquilla los hechos y falsea la verdad es la que se vende y se somete ante los poderosos, aun menospreciando el valor de su propia credibilidad. Aquí en Guatemala tenemos cajas de resonancia del Gobierno que todos los días repiten patrañas a favor de la corrupción.

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