Estuardo Gamalero

tayogamalero@gmail.com

Abogado y Notario. Catedrático universitario. Ha sido asesor y miembro director de instituciones públicas y privadas Conferenciante y expositor en diversos simposios, debates y temas de actualidad. Magistrado suplente de TSE Creyente y defensor de los pilares de la República, el Estado de Derecho y los Fundamentos de la Libertad.

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Estuardo Gamalero

“El arte del liderazgo … consiste en consolidar la atención de la gente en contra de un único adversario, teniendo cuidado de que nada divida esa atención”.
Adolf Hitler

Tratando de aprender de los ejemplos que nos da la naturaleza, veo mucho parecido entre la nube piroclástica arrojada por el Volcán de Fuego, sobre la cual había enorme ignorancia, y la nube que se ha generado en el ambiente político.  Para los ignorantes (que somos muchos), la primera era simplemente una nube de humo de color más denso, desconociendo sus efectos mortales, ya sea por intoxicación o bien por la temperatura que lleva dentro.

La nube política postrada sobre Guatemala es, para algunos, una simple, natural y densa turbulencia de comentarios justificados para varios, e irresponsables para otros.  En mi opinión, si bien existen razones obvias y casos concretos de ineptitud y descaro a todo nivel, la nube a la que me refiero, me parece que está cargada con deseos de destruir la institucionalidad, fomentar la confrontación de clases y sectores, pero sobre todo, de acceder al poder por nuevos mecanismos, toda vez que los vigentes no han servido para el propósito de algunos.

Y de lo que muchos aún no se han querido dar cuenta es que, tanto la nube piroclástica como la nube política, sin lugar a dudas pueden tener efectos dañinos e irreparables para nuestro país.  Bastan dos dedos de frente y tener los oídos abiertos, para darnos cuenta que, de la misma forma que hay políticos nefastos enquistados en el sistema, ya hay grupos expresando cuestiones como: «queremos un gobierno de transición, en estas condiciones no queremos elecciones, obliguemos a una Asamblea Nacional Constituyente.»

Por favor no me mal interpreten, creo que, en el ejercicio de la democracia, es sano manifestarse abiertamente y con derecho a criticar, denunciar y exigir a los funcionarios públicos por la labor que desempeñan. Lo que no debemos tolerar como sociedad, es que el afán de cambio lo empañe un oportunismo de propuestas ilegales y anárquicas.

Por un lado, queremos funcionarios, líderes y civiles que juren defender la Constitución Política y por el otro lado (a conveniencia de un antojo), queremos pisotear el orden Constitucional: no seamos ingenuos e hipócritas.

Veo personas y escucho voces profiriendo críticas destructivas constantemente. El nivel de especulación sobre los eventos que escasamente se discuten, no digamos se entienden, provoca reacciones de ataque hacia cualquiera que se percibe como un adversario político.

La única observación que hago (la cual es también una obligación en ese mismo plano democrático), es que no se vale destruir El Congreso, La Presidencia, El Organismo Judicial, La empresarialidad, el sindicalismo, el Ejercito, por citar algunos, a través del ataque orquestado en contra de diputados, el Presidente, algunos jueces, el sector productivo, algunos líderes sindicales y determinados miembros de las fuerzas armadas.  Ello constituye el postulado de Hitler con el cual lideró la Segunda Guerra Mundial: “(…) consolidar la atención de la gente en contra de un único adversario, teniendo cuidado de que nada divida esa atención”.

Si bien abundan definiciones teóricas sobre el significado de la política, para efectos de este artículo propongo una muy práctica: la política es la ciencia que trata la formación y funcionamiento del Estado, de manera que las personas que viven en sociedad, puedan resolver sus controversias, apegadas a un marco jurídico y respetando los derechos inherentes a la persona. Por supuesto, hay regímenes dictatoriales y gestiones de cooptación institucional, que se apartan drásticamente de dicha definición.

Irónicamente, si la política es la manera de resolver en forma pacífica y por la vía legal las diferencias, es inconcebible ver cómo las mismas fuerzas políticas se alían en todo aquello que les conviene, pero simultáneamente destruyen cualquier oportunidad de mejora común, si eso pudiere colocarles en alguna ventaja electoral.

En el ámbito de los gobernantes, están las instituciones que representan los tres poderes del Estado. Estos, no son superiores a la Ley y son electos o nombrados mediante procedimientos políticos y jurídicos que constituyen las reglas del juego del Estado.

Los gobernados son hombres y mujeres de cualquier estrato y sector, que no ejercen el poder público, tampoco son superiores a la Ley, es más, se espera que de este grupo surjan nuevos y sanos liderazgos políticos que participen y propongan cambios sustanciales.

En este orden de ideas, debemos reconocer, pero sobre todo entender, que participar en la vida política es una responsabilidad de todos, y que ello lo podemos hacer a través de nuestras opiniones, censuras y primordialmente, mediante el ejercicio del voto en las elecciones generales. Sin embargo, participar de la vida política proponiendo soluciones contrarias a la ley o que debilitan principios republicanos, es una idiotez desesperada, borda la ilegalidad y lejos de resolver el problema incrementa la crisis.

La lucha por alcanzar el poder, es una constante humana a lo largo del hombre viviendo en sociedad. En ese sentido, las preguntas que debemos hacernos, son: ¿En quiénes están pensando las personas que hacen bulla, para que nos gobiernen ya sea en un momento de transición o por los siguientes cuatro años? ¿Qué estamos haciendo gobernantes y gobernados, para contrarrestar (y algunos fomentar) la influencia del crimen organizado, el anarquismo constitucional, el narcotráfico y el socialismo vandálico en el insípido desarrollo nacional y el próximo proceso electoral.

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