Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El reclamo más certero y sensato de la plaza en el año 2015, fue aquel de que “en estas condiciones no queremos elecciones”, pero los poderes fácticos que sintieron en riesgo sus privilegios apelaron a la patraña de la institucionalidad para forzar al pueblo a buscar solución a la crisis del sistema en las urnas. El resultado está a la vista porque tenemos el peor Congreso de la historia, lo que ya es demasiado decir, y un gobierno cuyos galardones son las tragedias del Hogar Seguro y del Volcán de Fuego, producto de la incapacidad hasta para escoger a los colaboradores.

Ayer el Congreso, aprovechando con sigilo que el pueblo está volcado a mostrarse solidario con las víctimas de la incapacidad de Conred, arrancó con la despenalización del financiamiento electoral que ya se definió como el pecado original de la democracia guatemalteca, pero que con mayor precisión y propiedad debe calificarse como el pecado mortal de esa democracia. Gracias a la reforma que están aprobando aceleradamente los diputados, los secretarios generales de los partidos y los candidatos podrán seguir recibiendo chorros de pisto sin responsabilidad alguna y nuestra política seguirá siendo presa del clientelismo que se alimenta con ese pisto que prostituyó la política, empobreció al pueblo y volvió inútil al Estado.

A ello se sumará la reforma a las normas que castigaban el transfuguismo, lo que asegura que en la próxima elección podrán estar en las planillas para el Congreso los mismos que ahora tenemos y que saben perfectamente cómo moverse para ganar las elecciones en medio de la indiferencia de una población que no atina a medir las consecuencias funestas y gravísimas de lo que estamos viviendo. El pacto para consolidar la dictadura de la corrupción avanza sin contratiempos y con todas las ventajas a su favor, lo que garantiza que puedan tener el control de un proceso que, además, será vigilado por un Tribunal Supremo Electoral que al hacerse de la vista gorda con la obligada cancelación de partidos como FCN y UNE, está demostrando que están allí para pagar el favor a quienes los eligieron en el Congreso y eso significa que a la hora de contar los votos no podemos tener plena confianza.

Si en aquellas condiciones no se querían elecciones, cuánto más ahora que el pueblo parece haber vuelto a su letargo y que la dictadura de la corrupción avanza sin cortapisas para imponer normas que le faciliten preservarse. Hoy todos estamos con el corazón partido por lo que pasó el domingo en el Volcán de Fuego y volcados a ayudar a las víctimas aún a pesar de que Conred no sólo no hizo nada para prevenir la tragedia sino que además obstaculiza la ayuda como ha ocurrido con aportes de México, Honduras y El Salvador, frenando el paso en la frontera de los camiones con aportes.

Las condiciones para esperar que vía elecciones se pueda transformar al Estado se cierran porque el Congreso se blinda y asegura que la mayoría de los diputados usarán las debilidades del sistema para seguir legislando a su favor.

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