Edgar Villanueva
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Es importante indicar, antes de seguir con este artículo, que formo parte del gremio que estoy a punto de criticar. Estoy orgulloso de mi profesión, aunque no la ejerzo, y de mi alma mater, la Universidad Francisco Marroquín, la cual hizo lo mejor que pudo para formarme como profesional. Considero que este es el caso de muchos de mis colegas, sin embargo, considero que estamos en deuda con nuestra Guatemala, porque nos hemos dedicado más a leer el Código Penal y menos el Código de Ética Profesional del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala.

Esta crítica y posterior llamado, se vuelve más importante ante la situación actual que pasa nuestro país. La coyuntura política y los temas judiciales y jurídicos asociados con la misma ponen al gremio de los abogados como uno de los protagonistas de la telenovela chapina. Entre nosotros hay diputados, abogados litigantes, jueces y Magistrados de Corte Suprema y Corte de Constitucionalidad, Magistrados al Tribunal Supremo Electoral, Ministros y una serie de mandos altos y operativos en diversas instituciones del Estado, de empresas privadas y de sociedad civil. Es justo por esta diversidad de funciones y orientaciones que tomamos ese rol preponderante en el presente, pero, sobre todo, en el futuro de nuestro país.

Es aquí donde debemos ser críticos. ¿Cuántos litigantes lo hacen de manera ética y siendo leales a la justicia y cuantos están dispuestos al litigio malicioso con tal de alargar juicios estratégicamente y seguir cobrando? ¿Cuántos de los diputados analizan las leyes de manera técnica y procuran que las mismas sirvan para el bien común y para el desarrollo sostenible de nuestro país y cuántos lo hacen para beneficio propio, para procurar impunidad entre ellos o sus familias? ¿Cuántos abogados interpretan la Ley y las resoluciones de los Juzgados, Tribunales y Cortes de manera antojadiza, sin análisis legal y técnico, sino sirviéndose de las mismas para sus fines económicos o políticos? Y en general, ¿cuántos de ellos al no cumplir éticamente con su labor, cooperan a que las redes de corrupción continúen operando a campo abierto?

Lamentablemente los que están haciendo las cosas mal generan la percepción de ser más. Y los que estamos haciendo las cosas bien no alzamos la voz en contra de ellos y somos “tapadera” de aquellos que retuercen los procesos y la ley para su beneficio y el beneficio de redes cuasi criminales. Ante esto tenemos que tomar decisiones drásticas, sin que por ellas tengamos que acudir al Colegio de Abogados, son decisiones individuales de no tolerancia al corrupto, al de las artimañas legales y al de las güisachadas.

Como lo he asegurado en otras columnas, los buenos somos más y por el bien de nuestro gremio tenemos la obligación de ser críticos con el papel que hemos jugado. “Nadie sabe para quién trabaja” dice el dicho, pero siempre hay formas de tener la conciencia tranquila, cerrarle el paso al “patrón invisible” y ayudar a construir la nueva Guatemala que tanto deseamos.

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