Eduardo Blandón
Pasada la Consulta Popular debemos retomar algunos temas que están sobre la mesa por el interés que representa para Guatemala. Nos referimos, en primer lugar, a la elección de Fiscal General cuya figura es fundamental para el seguimiento de los casos que se ventilan en los tribunales y la lucha para el establecimiento de un sistema de justicia de naturaleza estructural.
Fracasar en la continuidad de lo que se ha hecho hasta ahora, eligiendo una figura endeble, venal o al servicio del poder y de las mafias, es impensable, considerando la ardua batalla librada hasta ahora y contraproducente para el futuro del país, ya condenado en la miseria a causa, entre tantas otras, del saqueo del sistema corrupto en el que vivimos.
Con ese propósito, la sociedad civil debe vigilar para que los políticos de turno no vuelvan a las andadas con maniobras nuevas, aunque sí con las mañas de siempre, consistente en el descalabro del andamio legal y político para sacar provecho de la porosidad del sistema. Las aguas están agitadas y la artillería desplegada, los días venideros serán vitales para saber lo que le espera a Guatemala en el futuro próximo.
Semejante discurso debe repetirse con el trabajo legislativo que amenaza repetir los disparates legales al servicio de los grupos de poder. Esa institución del Estado debe ser la más vigilada, no sólo por la fragilidad moral de sus actores, la mayor parte de ellos venales, sin ideología, principios, ni ánimo de bienestar para el país, sino por el interés de las mafias que conocen el beneficio de apoderarse de la voluntad de los legisladores para condicionar el derecho a su favor.
El país ha dado pasos importantes si consideramos el pasado relativamente reciente, sin embargo, corremos el riesgo de regresar por senderos que creíamos superados, en virtud de un nuevo relato con el que escribíamos la historia. No debemos permitir el retorno al viejo orden… ese de la exclusión, anarquía, violencia y corrupción. Eso dependerá de cómo nos cohesionemos y establecemos las medidas de presión que obligue a los políticos a renunciar a sus patrañas. Estemos despiertos.