Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Una de las más notorias conclusiones respecto a la forma en que se fue extendiendo el problema de la corrupción en el país es que se convirtió en norma más que en excepción y se llegó a considerar como parte de la normalidad el ejercicio de prácticas que fueron minando a las instituciones. Por ello me parece importante lo publicado hoy por el empresario Salvador Paiz respecto al evento organizado por su sector el pasado martes en el que plantearon un compromiso de transparencia de cara al futuro. Pero lo más significativo se refleja en lo que escribe, al decir que “Debemos reconocer el contexto de nuestra frágil e infantil democracia. Heredamos una forma de interacción entre lo privado y lo público, bajo la expresión de ‘así es como se hacen las cosas’. Sin embargo, esos malos hábitos del pasado no se apegan a los marcos éticos y legales a los que aspiramos”.

Creo que es importante reproducir buena parte de su columna que continúa así: “Debemos aprovechar la oportunidad para dar mayor claridad a dichos marcos normativos, buscando dar certeza e ir fortaleciendo a nuestras instituciones (de administración de justicia, electorales, etcétera). En ese sentido, un tema que me preocupa mucho es el anonimato en el financiamiento político. Recordemos que dentro de estos aportes se mezclan los fondos lícitos con ilícitos. Por eso mismo los compromisos asumidos este martes incluyen la educación de las bases gremiales, para asegurar elecciones ejemplares el próximo año y que todos los aportes queden debidamente registrados.” Y cierra su escrito diciendo: “Errar es de humanos. Pedir perdón y corregir el rumbo son actitudes dignas de admiración. Abramos los espacios para facilitar esa transición hacia una Guatemala transparente en la cual prevalezca la verdad, la justicia, la meritocracia y el desarrollo incluyente”.

Creo que en la medida en que asumamos responsabilidades y decidamos romper con prácticas que fueron comunes en el pasado, el país tiene futuro y esperanza. Me alienta, por ejemplo, leer que quien diseñó el modelo para la venta de los activos de Guatel en tiempos de Arzú hoy demanda la reforma del Sector Justicia como elemento fundamental para enderezar el rumbo del país y concreta en la reforma constitucional que se presentó como indispensable, el meollo de la salida de nuestra crisis institucional.

Pasos importantes que se van dando para mostrar que es posible alcanzar acuerdos aún entre personas que tienen diferencias de criterios importantes, pero que entienden que finalmente lo que cuenta ahora es sacar al país del pantanal en que lo hundió la corrupción y que eso es posible únicamente mediante la correcta aplicación de la ley a todos los que han cometido algún ilícito porque la certeza jurídica es imposible en el marco del régimen de impunidad existente en nuestro país.

Lo que antes parecía imposible, es decir acuerdos entre personas y sectores disímiles, se empieza a manifestar porque quien tiene dos dedos de frente y una pizca de sentido de la ética entiende que en el rumbo actual vamos al precipicio.

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