Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

El tiempo corre y como país se nos van acabando las oportunidades; el abismo está más cerca gracias a aquellos que, bajo el mando y las órdenes de Álvaro Arzú, están dispuestos a todo con tal de asegurar que la elección de Fiscal General sea un “nunca más” en penas con la justicia y un “nunca más” riesgos para el modelo ante la posibilidad de cambios.

Hay gente que no quiere que esto cambie porque les es rentable de diversas maneras y de éstos existen en ambos bandos y los extremos en cualquiera de los lados son incorrectos, pues si el radicalismo bastara para haber resuelto los problemas del país ya estaríamos en el primer mundo cuyo principal producto de exportación sería otro que no fuera nuestra gente. Es algo así como decir que si la limpieza social fuera la solución, seríamos ejemplo ante el mundo, pero no lo somos.

Ante esa realidad, los que tenemos una genuina preocupación por el futuro del país, tenemos que tener la capacidad de trabajar sobre los mínimos que nos permitan rutas diferentes, que nos ofrezcan viabilidad y por eso es que resulta indispensable que podamos empezar a dar pasos en la dirección correcta.

Los que hoy desean que el país pierda y retroceda están motivados porque tienen miedo a enfrentar la justicia, mienten argumentando que todo lo que hacen, entre otras cosas, lo hacen para salvar al país de la “garras” del socialismo y tratan de justificar sus barrabasadas alegando que si no actúan de esa manera se paralizará la economía; en otras palabras dicen que sus acciones pro impunidad son “acciones pro empresa” y aunque suena chulo es una gran mentira que usan para salvar sus pellejos de las acciones al margen de la ley y sus acciones pro impunidad sí afectarán el mercado.

Y en ese contexto, es necesario marcar diferencias porque así como uno no debe generalizar, tampoco podemos permitir que el silencio no nos deje salir del rebaño de las estructuras que han operado para secuestrar nuestro sistema por diversas maneras.

Mientras más gente esté dispuesta a dar los pasos necesarios para reconocer los vicios, el país tendrá más oportunidad de cambio porque se podrá aislar a los que cifran todas sus esperanzas en un sistema que está roto, que es obsoleto y generador de abismales brechas entre los mismos guatemaltecos.

Errores podemos cometer todos, pero actitudes frontales y correctas ante la adversidad no las tienen todos los que se erran. Hacerlo no es fácil, requiere de mucha determinación, pero es esa misma determinación la que necesitamos para hacer que este país cambie.

Ese proceso de dar los pasos al frente debe permitir generar confianza y para ello no es posible que existan propósitos ocultos, dobles agendas o pactos con los políticos porque entonces no hay determinación por hacer las cosas, de verdad, de una manera distinta si no solo se buscaría evitar la justicia mediante mecanismos de impunidad.

Como sociedad debemos tener la capacidad de valorar a todos aquellos que estén dispuestos a dar la cara (aunque darla implique consecuencias) para que juntos podamos empezar a escribir una nueva historia en el país, que permita que Guatemala resucite de las cenizas para ser un país más justo e incluyente, en el que los que hoy gozamos de oportunidades no seamos privilegiados en el reino de la pobreza.

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