Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

La compasión es el deseo que la otra persona deje de sufrir y tener la voluntad de ayudarla en ello. Se considera que es un elemento importante para la búsqueda de la paz y la felicidad. En la actualidad es un objetivo de estudio de las neurociencias.

El budismo la toma como una actitud espiritual propia. Y todo ser vivo es merecedor de esta. Se dice que necesitamos de una sociedad más compasiva, es decir, una en la que nos preocupe más la situación del otro y en donde exista una actitud más altruista y menos egoísta.

Personas buenas y equilibradas son más felices y compasivas. Es importante enfocar la educación de los niños para ello. La compasión no se retrata como una situación de virtud moral, necesita ser aprendida, así como se aprenden diferentes cosas en la vida. Y para ello se precisa una mente que focalice y se encuentre serena. Es por ello, que se plantea a la meditación como una herramienta importante en esta búsqueda. La compasión no es lástima, la lástima genera distancia entre los seres humanos, la compasión acerca a la humanidad.

Hacer contacto con las emociones y el sufrimiento de los demás, ser compasivos nos hace más humanos. Se dice que en la sociedad existe una especie de culto a la individualidad y al egocentrismo, y deja al margen la posibilidad de que pueda existir el altruismo y entredicho la posibilidad de la creencia de la existencia de bondad en la gente.

El Papa Francisco nos dice algo así: que de manera aparente por vivir en un mundo interconectado, podemos decir que estamos más cerca, sin embargo, de manera paradójica esa aparente cercanía parece agrietarse más, cuando con el cúmulo de información. Cuando nos invaden tantas imágenes que se constituyen en noticia, con lo cual se realiza una especie de naturalización de la tragedia y vemos el dolor, pero no lo tocamos, sentimos el llanto, pero no la consolamos, vemos la sed, pero no la saciamos, de esta manera muchas vidas se vuelven parte de un informe que en poco tiempo será cambiado por otro, pero el dolor, el llanto y la sed no cambian, permanecen. Es necesario desnaturalizar la miseria, porque la miseria tiene rostro de niño, de familia, de jóvenes, ancianos. etc. No podemos pensar que es una realidad o un destino en cifras, por lo cual, nada se podrá hacer. Cuando faltan los rostros y las historias y las vidas con sus diferentes tragedias comienzan a convertirse en cifras, se pone en riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Estas personas tienen un inmenso caudal de energías y potencialidades que se puede ayudar a concretizar.

La compasión se considera como un proceso complejo, no como una simple emoción o un pensamiento, o acción. Que se da en respuesta a la percepción del sufrimiento y se podrían señalar algunos pasos en este. Un primer aspecto sería el cognitivo, el darse cuenta de que existe sufrimiento, esta capacidad cognitiva de darnos cuenta de lo que está presente se le denomina atención plena o mindfulness, luego la resonancia afectiva o empatía, seguido del componente intencional que consiste en generar el deseo de ayudar al alivio a la persona que se encuentra sufriendo, y de manera subsecuente, este último componente contribuye a generar uno motivacional, en donde surge la pregunta ¿Qué puedo hacer yo al respecto? Para pasar de la intención a la acción, lo cual puede ser algo de forma inmediato o a largo plazo.

Es de considerar que se plantea la inclusión de la propia autocompasión como parte de la capacidad de ser compasivo con los demás. Y de la aceptación de la compasión de otros ante nuestra existencia.

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