Adrián Zapata
zapata.guatemala@gmail.com

La polarización le es “naturalmente” inherente a la sociedad guatemalteca. No puede ser de otro modo, existen todas las razones del mundo para que esto sea así. Cuando se junta la pobreza generalizada y la soez exclusión con una grosera desigualdad, es imposible pensar que pueda existir un grado importante de cohesión social.

Pero siendo ésta la situación prevaleciente, la coyuntura que vivimos expresa una tremenda contradicción alrededor de la continuidad y profundización de la lucha contra la corrupción y la impunidad o bien la reversión de los logros alcanzados, muy importantes, pero aún reversibles.

Se han alineado condiciones excepcionales para avanzar en esta necesaria lucha. Los desmanes ocurridos durante el gobierno del Partido Patriota colmaron la indiferencia de las clases medias urbanas y provocaron movilizaciones llenas de indignación. Esta irrupción de protesta se da paralela a la decisión de los Estados Unidos, de “sanear el Estado guatemalteco”, una necesidad para su seguridad nacional en el marco de la geopolítica imperial. Y el disparador de esta lucha contra la corrupción y la impunidad lo constituye la acertada práctica de la CICIG y el MP, conducidos por Iván Velásquez y Thelma Aldana.

Pero quienes han sido afectados o temen serlo se han ido aglutinando y han respondido con una contraofensiva que los ha ubicado en una correlación de fuerzas momentáneamente favorables en lo que se refiere al control de importantes instituciones del Estado.

La comunidad internacional ha tomado protagonista partido en favor de la CICIG y el MP y la Embajada de los Estados Unidos se ha puesto al frente de esta posición, actuando de una manera que a muchos puede sorprender y hasta ilusionar, si carecen de memoria histórica y si no entienden que el imperio tiene su propia agenda, cuya coincidencia con los intereses de nuestros países puede darse, lo cual es apreciable, siempre que no nos deslumbre y la sobredimensionemos, perdiendo la dimensión estratégica de lo que siempre es la relación con un imperio.

Ahora bien, a quienes resisten el avance del “saneamiento del Estado” les interesa cacarear la polarización y culpar de ella a la CICIG y al MP. Contrariamente, a los que empujan este esfuerzo les interesa demostrar los niveles de convergencia que alrededor de ella se dan.

A mi juicio la polarización es una realidad, que debemos desmontar, por dos vías paralelas. Primero, apoyando la continuidad y profundización de esta cruzada y sumando cada vez más voluntades. En este sentido, la constitución del Frente Ciudadano contra la Corrupción es un paso relevante.

La segunda vía es la de cambiar el foco de la discusión, moviéndolo hacia un esfuerzo por converger en una agenda mínima que nos permita salir de la crisis política en que nos encontramos con proyección de mediano y largo plazo. Y esta agenda mínima lo que necesita es un contenido programático, que aborde temas superestructurales (sistema de justicia y sistema político), así como estructurales (pobreza, exclusión y desigualdad). Aquellos que deseen mantener el status quo o tengan pretensiones maximalistas no caben en este esfuerzo. Esta es una iniciativa que debe darse entre guatemaltecos. La comunidad internacional debe acompañarnos, pero no pretender fijar el contenido y rumbo del mismo. La anterior es mi lectura de la acertada propuesta que recientemente ha hecho la Usac.

En síntesis, la polarización es una realidad, que debemos superar, aunque entiendo que está siendo utilizada como un artificio por quienes quisieran desmontar los avances de la lucha contra la corrupción y la impunidad.

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