Francisco Cáceres Barrios
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No es cuestión de unos pocos. Si bien es cierto que los miembros del Poder Judicial tienen mucha culpa por lo que ha venido ocurriendo en el cada vez menos confiable sistema, proceso, interpretación y aplicación de las leyes, también lo es que muchos ciudadanos sin ningún recato y pudor han llegado a proponerles sinnúmero de ofertas a cambio de que si salen electos o nombrados puedan ser retribuidos de una y mil formas o maneras. Y lo mismo ocurre en el Ejecutivo, fuera para constituir una empresa de transporte colectivo, no digamos para comprometer las compras de insumos hospitalarios o la construcción de infraestructura para el país. ¿Y qué decir del Legislativo que llegó al colmo de aceitar los engranajes para emitir leyes que favorecerían franca y descaradamente fomentar la corrupción?

De toda esa gente, tanto de hechores como de consentidores, fue como se forjó desde mucho tiempo atrás la quiebra de valores y principios que hoy estamos padeciendo. Entonces, no es desde el gobierno de Portillo para acá o por causa exclusiva del actual gobernante en donde ni él mismo, ni los miembros de su familia, evitaron cometer actos delictivos que los pusieron en vergonzosos y delicados papeles hasta ponerse de frente a los tribunales de justicia. Y todo, porque no hemos tenido el valor y el coraje colectivamente para denunciar y procesar como corresponde a los responsables.

En los últimos días nos ha tocado leer y escuchar opiniones en las que de parte de la ciudadanía se exige al Ministerio Público o a la CICIG para que se actúe en contra de los alcaldes, síndicos y concejales de las corporaciones municipales por ejemplo. De ahí que pregunte: ¿qué hemos hecho los vecinos o damnificados para evitar que los municipios caigan en moras imposibles de pagar por ser impagos en el cumplimiento de sus obligaciones con la energía eléctrica, los servicios de agua potable, el descontrol y anarquía imperante en los servicios del transporte colectivo o de utilizar el poder que la ley le confiere en beneficio propio?

Como siempre ha sido, es más fácil quejarse, lamentar, criticar y hasta exigir de los encargados de velar por la honesta administración pública el cumplimiento de sus deberes, pero ¿cuántos le hemos puesto el cascabel al gato para que todos, sin excepción alguna, pongamos nuestros cinco sentidos para detener el constante y reiterado abuso de poder por medio del cual, aduciendo velar por los intereses de la población, han logrado amasar cuantiosas fortunas particulares con los recursos que de esa misma población han salido de sus bolsillos a través de los impuestos y contribuciones. ¡Usted tiene la palabra!

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