Francisco Cáceres Barrios
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A pesar que no me simpatiza la personalidad ni el comportamiento del profesor Joviel Acevedo, tengo que darle las gracias porque al enterarme que sigue amenazando con más protestas si no se cumple el perjudicial pacto colectivo que el presionado presidente Jimmy Morales aceptó en principio, como que sin ambages haya dicho: “Prefiero ser un tramposo y no un corrupto”, vino a facilitarme la explicación del porqué nuestro país ha fracasado en lograr el tan ansiado progreso y desarrollo. Es innegable que los humanos a través de los años, de los conocimientos y de la experiencia adquirida hemos llegado a entender que sin valores y principios aplicados en todos los órdenes de nuestra existencia nada es perdurable, a pesar de hacer grandes esfuerzos y sacrificios.

Es por ello que al conductor de un vehículo de carga poco le importa correr a velocidades prohibidas provocando accidentes con grandes pérdidas, daños y perjuicios. Por no tener valores y principios el profesional mejor preparado al incumplir las elementales normas éticas pierde su prestigio. No es por otra causa, que nuestras cárceles estén llenas de gente detenida preventivamente, como también ha sido la razón para no lograr que los organismos del Estado y sus entidades descentralizadas funcionen eficaz y honestamente, pues si se es tramposo, farsante o mentiroso más temprano que tarde queda en evidencia perjudicando a los demás.

El maestro Joviel Acevedo con sus últimas declaraciones pretendió quitarse de encima el anatema de ser corrupto, sin embargo, estoy seguro que nadie quedó convencido, pues si empleamos correctamente el significado del término en el idioma español, también es corrupto el que abusa del poder que tiene, de las funciones que desempeña o de sacarle provecho económico o de cualquier otra naturaleza a su posición o ¿no es verdad que el maestro en referencia no imparte clases desde hace muchos años, pero disfruta de sueldos, vehículos, ventajas y canonjías que los afiliados al sindicato, que él dirige, jamás han podido disfrutar?

Como bien reza el refrán: “el pez por su boca muere”. En el caso que hoy nos ocupa permitió otra vez convencernos que quienes practican esa forma de comportamiento no solo son tramposos, sino también corruptos, lo que ponen cada vez más en evidencia ya fuera por un desliz, por el nerviosismo que causa dar una respuesta rápida o por el deseo de salir siempre en caballo blanco, dejando a plena luz la verdad que subyace en su comportamiento. Ya es tiempo entonces que esta clase de gente deje de pretender tapar el sol con un dedo, como hacer comprender a las actuales y futuras autoridades la inmensa cantidad de males que le provocan al país.

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