Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Este año se cumplen 98 años desde que La Hora fue publicada por vez primera en 1920, aprovechando el respiro democrático que mi abuelo ayudó a construir con su directa participación en el movimiento que logró derrocar a la dictadura de Estrada Cabrera. Desde entonces hemos sido mal vistos por los gobernantes del país y sufrido distintas formas de represión como resultado del ejercicio de una profesión que históricamente genera tensiones con el poder público, pero que crecen más cuando ese poder no sólo traiciona su compromiso de servir al pueblo sino que, además, hace uso del terrorismo de Estado para acallar las voces que no se pliegan.

La Hora ha enfrentado dictaduras de variado tipo. Surgió como resultado del derrocamiento de Estrada Cabrera, le evitó a Guatemala cinco años de tiranía al propiciar la derrota de Ubico en 1926 con la vigorosa campaña “Desnudando al ídolo” y luego impresa en Tapachula durante el exilio de mi abuelo fue instrumento de la resistencia que culminó en el año 1944 cuando Ubico, el “hombre fuerte” se desinfló y entregó el poder a Ponce Vaides. En todos los gobiernos autoritarios ha sufrido censura y hubo persecución en contra de los directores y reporteros del diario porque siempre ha preservado, por sobre todas las cosas, su vocación democrática de repudio a cualquier forma de dictadura.

En Guatemala la democracia ha sufrido de diversas formas y las dictaduras han tenido variadas modalidades. Una vez es el capricho de un tirano el que se impone, como lo atestigua la historia en casos concretos que van desde Carrera a Ubico, pasando por Barrios y Estrada Cabrera. Otras veces son tiranuelos como Ponce, Castillo Armas, Peralta o Ríos Montt y en otras fueron dictaduras que respondían a instituciones, como la que se estableció en los setenta y principios de los ochenta con la sucesión de fraudes electorales para encumbrar en la “presidencia” a quien había sido el último Ministro de la Defensa.

En 1985 se creó la llamada era democrática y muy pronto se vieron sus fallas y debilidades. Primero fue Serrano, quien quiso censurar a La Hora y ante mi rechazo a dejar entrar a los censores, ordenó un cerco policial para impedir la circulación del diario. Serrano cayó y nosotros seguimos al pie del cañón. Luego vino Arzú, otro déspota aficionado a pasar sobre las cabezas de obispos o lecheros porque todo da igual. Encomendó a dos conocidos empresarios amigos suyos para hacer romería entre los anunciantes exigiéndoles que dejaran de dar anuncio a La Hora, lo mismo que hacían contra Guatemala Flash y Crónica. De los tres medios que se propuso cerrar con esa campaña de cerco económico, solo subsistimos nosotros, lo cual le arde por supuesto.

Ahora es otra dictadura la que enfrentamos, la dictadura de la corrupción que se nutre de muchos y sólidos apoyos y que, como todas las dictaduras, no vacila en recurrir al terrorismo de Estado y el mismo Arzú ayer, arropado por la cúpula del Ejército, ya anunció que volverá a pasar sobre varias cabezas, amenaza que se suma a las muchas recibidas a lo largo de estos 98 años de vida y que ni es la primera ni será la última.

Artículo anteriorEl satanizado crédito fiscal
Artículo siguienteLos medios molestos