Desde siempre se ha sabido que los medios independientes son una molestia para los que ejercen el poder, sobre todo si esos medios les cuentan las costillas e informan a la ciudadanía de los malos manejos que se hacen en el marco de la corrupción. Hablar de los trinquetes que hacen los políticos es “negativo” según los trinqueteros que pretenden una prensa que hable de un país irreal, en el que no hay violencia, no hay miseria, la gente no se ve obligada a emigrar, los niños no se mueren de hambre ni quedan marcados para toda la vida con la desnutrición crónica, donde todos tienen empleo, saben leer, escribir y florecen las oportunidades al grado de que, quien es pobre, lo es por su falta de interés o diligencia para trabajar.

Y, por supuesto, hablamos de la corrupción, de los vicios de un sistema que se pudrió hasta el tuétano al punto de que el Estado fue cooptado por los políticos y sus socios para que únicamente les sirva a ellos, dejando en el olvido sus funciones esenciales. Hemos denunciado a los pícaros que se hartan con el dinero que debiera servir para combatir las miserias y angustias de tanta gente y de quienes se especializan en cobrar soborno por favores, licencias, permisos y resoluciones a favor de sus clientes.

Señalar todos esos problemas de la inequidad existente y de la injusticia olímpicamente despreciada a lo largo de generaciones enteras y a los corruptos que los agravan robando el dinero público, convierte a los medios que se dan cuenta de esas miserias en medios negativos. Nosotros, en La Hora, sí que somos de los que insistimos en cambiar una realidad que es lacerante, que duele profundamente porque dejamos atrás cada día, cada año, cada gobierno nuevo y cada generación, a millones de guatemaltecos que se tienen que conformar con subsistir.

Y somos de esos medios por convicción y compromiso con un pueblo que a fuerza de tanto ser ignorado se conformó con ser invisible para “no molestar” a los poderosos y que a fuerza de represión aprendió que la mejor forma de sobrevivir es estar callado.

No sorprende que alguien que igual pasa sobre la cabeza de Gerardi o de Sas Rompich pida a las fuerzas armadas que hagan lo propio contra la prensa que para él es negativa. El Ejército vuelve a ser manoseado y utilizado para convertirlo en el aparato represivo de las fuerzas más oscuras del país y su cúpula cierra filas y se pliega con el Pacto de Corruptos.

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