Raúl Molina

En la historia de la Humanidad, algunos sectores dominantes han tratado de hacerse de poder absoluto y, aunque lo han conseguido por algún tiempo, tarde o temprano han sucumbido ante el ansia de libertad e igualdad de sus pueblos. Indudablemente, hoy en el mundo pasamos por uno de esos momentos oscuros de autoritarismo, en donde o el pueblo lucha o capitula. Hay ejemplos heroicos de resistencia, como la guerra clandestina antifascista en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial; la lucha palestina por su Estado desde 1948 a la fecha; la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos; la lucha contra el apartheid en Sudáfrica; y la lucha exitosa de Vietnam por liberarse de la invasión de Japón, Francia y Estados Unidos. Hoy, en Centroamérica, la lucha principal es del pueblo hondureño. Honduras también sufrió la Guerra Fría desatada por Estados Unidos y sectores dominantes contra los pueblos centroamericanos. El país se convirtió en la base de operaciones de las fuerzas armadas estadounidenses y uno de sus instrumentos, la “Contra”, desarrolló la guerra contra Nicaragua. El pueblo hondureño debió recuperarse de presenciar la conversión de su país en colonia ocupada, para seguir brotes de democratización al concluir los procesos de negociación en El Salvador y Guatemala. En la pequeña apertura provocada por los aires democráticos de Sudamérica, el presidente Zelaya dio un rumbo nuevo a su país, con la participación de los sectores populares. Esto fue imposible de aceptar para la oligarquía nacional, los intereses extranjeros y parte de la clase media: el golpe militar-civil se produjo en junio de 2009, con aval de Estados Unidos. El pueblo hondureño ha permanecido en resistencia y lucha, pese a que ha sufrido intensa represión, como el infame asesinato de Berta Cáceres en 2016. Ocho años después del primer golpe, se organizó electoralmente y logró el triunfo de Salvador Nasralla, en noviembre pasado, con la Alianza de Oposición a la Dictadura. Ante ello se ha producido un nuevo golpe, esta vez por la vía del robo de las elecciones, y una vez más por decisión imperial.

Sin embargo, el pueblo de Honduras sigue en pie y lucha. Le han matado jóvenes y manifestantes en estos días, sin que los medios internacionales lo mencionen, como lo han hecho, sesgadamente, contra el gobierno de Venezuela; pero no está dispuesto a ceder y ya otros pueblos empiezan a solidarizarse. En Guatemala, hay cita el sábado 27, a las 9:00 a.m. enfrente de la Embajada de Honduras. Se valen dos acciones interrelacionadas: una es llevar todo tipo de denuncias y críticas contra el dictador Hernández, Trump y Jimmy Morales, por sus “relaciones carnales” entre sí; y dos, como corolario; marchar de la misión de Honduras a la Embajada de Estados Unidos, para protestar, igualmente, por las evidentes intervenciones en el continente americano y por el racismo del ocupante de la Casa Blanca. La nueva lucha en Centroamérica, la Revolución Ética, florece en Honduras; pero no termina ahí. Tenemos la responsabilidad en Guatemala de actuar ya, de todas las maneras imaginables, hasta que se vayan los corruptos del Ejecutivo, Congreso, Cortes y municipalidades.

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