Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Ayer a las cinco y media de la tarde me enteré de la fatídica noticia de la muerte de Ileana Alamilla, y aún después de haber asistido a dar el pésame, sigo sin asimilarla y si yo estoy así, me imagino qué pasará por la cabeza de su esposo, Adrián Zapata, hijos y nietos. Una operación que parecía sin mayores problemas, tuvo complicaciones y eso hizo que se nos adelantara.

Ileana se va en un momento clave en nuestra historia y ahora que estamos debatiéndonos por un futuro diferente, perder a un referente como ella es duro y más cuando ocurre en un día en el que tuvieron otra victoria aquellos que apuestan a que las cosas sigan igual; eso es lo peor que le puede pasar al país.

Miembros de la familia de La Hora rápidamente expresaron su sentir por el deceso de quien fue abogada, periodista, defensora de las mujeres y quien siempre luchó por las causas en las que creía, siendo la última de ellas el tema de género y el ejercicio de la libertad de expresión que tenemos todos y siempre veló por el oficio enseñando a muchos a hacerlo de forma ética, aunque frontal y transparente.

Trabajó insaciablemente por generar mecanismos de protección para periodistas especialmente para aquellos ubicados en lugares con alta vulnerabilidad y a los que apoyó siempre desde varios espectros, incluida la agencia de noticias Cerigua.

Para alguien que luchó por ejercer el oficio con altura, fue muy duro morir con natural molestia por la saña con la que esa sección de chismes dominicales se ensañó con su hijo Adrián por su trabajo en la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT). Si hay algo que denunciar e investigar que se haga, decía, pero haciendo las cosas de frente y por los canales correctos, porque eso es lo que exigimos para todos, concluía.

A Ileana la conocí por mi padre y una cosa es el “cariño” heredado y otra cuando uno aprender a valorar a una persona porque la conoce y sabe de qué está hecha. Cuando tuve un trato directo con ella entendí por qué mucha gente se expresaba de su persona con tanto respeto, y siempre agradecí que me habló de frente aunque, en mis inicios, existieran puntos en los que no pudiéramos estar de acuerdo. Eso cambió con el tiempo y al ver la forma en la que algunos ejercen la profesión.

Y decía que su partida se da en un momento clave, porque siempre me insistía en la necesidad imperante de que la sociedad ejerciera su papel y ahora que estamos atravesando el momento más crítico de nuestra historia (porque de esto dependen la próxima década y la vida de miles), se me vienen a la memoria sus palabras porque nos encontramos en un punto de quiebre en el que, o alcanzamos mínimos acuerdos o los que no desean cambios se afianzarán para siempre porque a ellos no les cuesta ponerse de acuerdo.

Descanse en paz Ileana, que su esfuerzo y legado perdurará para siempre. Hoy Guatemala pierde a una gran mujer.

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