Eduardo Blandón

Hay una serie de Netflix titulada Merlí cuya puesta en escena he tenido que ver inducido por mis hijos y que, para mi fortuna, me ha capturado de principio a fin.  La producción, de sello catalán, aunque claramente ha sido elaborada para el gran público, no deja de ser inteligente.  En síntesis, aborda la relación seductora de un profesor de filosofía (Merlí) con sus estudiantes y las complicaciones sociales de un personaje a toda luz semi inadaptado.

El programa tiene la virtud de abordar el pensamiento filosófico que, encapsulado en cada capítulo, ayuda a sus “peripatéticos” estudiantes a contemplar la vida desde perspectivas críticas.  En esa dirección problematiza el tema de género, la justicia, la libertad, el sentido de la vida, el dinero, la familia y un etcétera que hace quedar bien tanto a la filosofía como el oficio docente en general.

El guion es una crítica nada sutil al interés de la tentativa capitalista por dejar fuera del pénsum a la filosofía, la música y las artes en general.  Asimismo, se reflexiona sobre el valor de las humanidades en un mundo entregado a visiones pragmatistas y utilitarias.  Por eso reconocía que, no obstante, sea un “churro” de fabricación para las masas, sabe ir más allá para discutir temas de interés y provecho de la audiencia a quien se dirige.

Sin evitar, eso sí, el cliché del profesor de filosofía “raro”.  El impenitente impío come curas que reitera la muerte de Dios a sus estudiantes.  El típico docente que cuelga la imagen de Nietzsche en su oficina.  El cínico a quien no le importa ni las convenciones morales ni las normas impuestas por ninguna institución (menos aún si es religiosa).  En resumen, el pobre filósofo que navega en el mundo de lo inasible, perdido en sus pensamientos, juzgados de poco valor.

Más allá de lo dicho, la serie debe verse familiarmente como medio para reflexionar y tener un pretexto para la discusión de temas presentes en el mundo.  En lo que a mí respecta, aunque al parecer forzadamente he sido visto a través de los ojos de Merlí, he sacado provecho para interesar a mis hijos en temas marginales y a veces abordados con vergüenza o timidez por la escuela.  Usted no deje de intentarlo.  Se lo recomiendo.

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