Fernando Mollinedo C.

¿Quiénes jalan la punta de la extensa red de corrupción que existe en el país, para encontrar formas, razones y motivos que sustentan ese torcido sistema corruptivo que desalienta profundamente a la ciudadanía y que ha capturado a casi toda la clase política, donde muy pocos, se salvan?

¿Por qué en todos los gobiernos los funcionarios maquinaron de forma grotesca y descarada la extracción del dinero público? la respuesta precisa sería que pensaron o creyeron que con mucho dinero podrían comprar voluntades y obtener el reconocimiento social que no tuvieron en el estrato económico en que desarrollaron su vida; es decir, que su fin fue encontrar un ascenso social vertical para identificarse con la clase económicamente pudiente del país.

La forma más inmediata para lograr su objetivo fue participar en un partido político que le permitió la oportunidad de desempeñar algún puesto administrativo, aun sin tener conocimiento para desempeñar tales funciones. A los propietarios del partido político lo que les interesa es llenar el número mínimo de afiliados y ser autorizados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para participar en las elecciones.
Este Tribunal que no es “SUPREMO” pues la Corte de Constitucionalidad le “corrige” la plana, y toda su complejísima y costosa maquinaria de organización y “fiscalización” así como las instituciones y dependencias gubernamentales encargadas de dirigir las elecciones, “jamás” se enteraron ni percibieron que todos los partidos condicionan y compran votos, negocian apoyos de medios de comunicación y encuestadores disfrazando como simples opiniones extensas y costosísimas campañas propagandísticas; transas que se realizan en las narices de los encargados quienes fingen no oír, ni darse cuenta de nada.

Cada cuatro años se detecta el incremento inaudito de dinero en efectivo en el mercado interno. Es un hecho innegable: no hubo ni habrá elecciones limpias en este país.

Algunos funcionarios revelaron el “modus operandi” de la corrupción electoral, se obtiene de las arcas gubernamentales a través de dos métodos: empresas prestadoras de servicios denominadas en el argot corporativo como “fantasmas” y la contratación de obra pública a precios sobrevalorados, mediante compañías que trasladaron parte de la “mordida” o “coima” a los políticos que las recomendaron para ser contratadas. Eso pasó y seguirá pasando.

Los políticos educados con estándares éticos fueron desplazados por quienes sin escrúpulo alguno utilizaron el dinero mal habido para comprar voluntades y ganar posiciones dentro del mismo partido; en pocas palabras, los políticos corruptos fueron competitivos y pueden ganar elecciones tanto internas como externas. Si usted los ve en la calle con su familia, parece que fueran decentes; mientras que los honestos perdieron sus cargos y fueron segregados al no aceptar y ejecutar prácticas corruptas.

El robo ilimitado de dinero público depende de: no perder la elección y conservar el poder; en caso se pierda, precisar un “pacto” con los ganadores para no evidenciar las delitos cometidos y seguir esquilmando el presupuesto “ad infinitum”.

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