Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Sabemos que los problemas de fondo en Guatemala no se resolverán a menos que tengamos la capacidad de acordar una agenda mínima que nos permita hacer ajustes en la estructura de nuestro sistema buscando viabilidad y sostenibilidad a futuro. Hay aspectos clave como el electoral, el sistema de compras y rendición de cuentas, el sistema de justicia, el servicio civil, entre otros varios, que si no sufren modificaciones apuntalan el rumbo actual que como país tenemos.

Me he dado a la tarea de buscar incidir para aportar mi grano de arena y para ello me he expresado, he buscado esa agenda mínima pero, sobre todo me he dedicado a escuchar. Me he reunido con personas con las que encuentro mucha similitud de criterio, pero también he platicado con muchos con quienes no coincido en casi nada, pero ha sido una gran mayoría con la que a pesar de las diferencias, se encuentra terreno común para intentar avanzar una agenda de país. Ha sido un esfuerzo de contestar llamados pero más que eso, de agarrar el teléfono o escribir un correo para iniciar un diálogo.

Pero hay cosas que me causan una severa confusión. Alguna gente resume lo que ha pasado como un tema de golpe de Estado o un enfrentamiento malintencionado que iniciaron los investigadores en contra de Jimmy Morales; ambas teorías para mí son equivocadas y tengo mis razones para creerlo pero en otra columna las podré repetir. Y dicen que, partiendo del punto del golpe de Estado o el enfrentamiento, al día de hoy, el ganador es el presidente Morales.

Cuando planteo que una cosa son las investigaciones y otra que debemos usar nuestra influencia para lograr incidir en los cambios que el país necesita, y que para esos efectos el que está llamado a liderar la carga es el mandatario, el representante de la unidad nacional, rápido escucho: “no, el Presidente no hará nada”, “no, no podemos esperar eso de Morales” o peor aún “no, la gente no pide esos cambios en realidad, son puros inventos de los que no pueden acceder al poder por la vía electoral”.

Morales no cree que él recibió un mandato en las urnas para acabar con ninguno de los vicios que fueron más evidentes en el 2015, pero traigo todo esto a colación porque si por un lado alguien cree que Morales debe terminar su mandato a “puro tubo” porque lo que se le quería hacer era “injusto”, no me hace lógica que muchas de esas personas también reconozcan que los cambios no llegarán como consecuencia del liderazgo presidencial ante el electorado, pero especialmente ante el Congreso.

Siendo creyente de que el cambio es un tema económico, no me cabe en la cabeza cómo podemos resignarnos a la idea de que durante los próximos dos años no veremos esfuerzos oficiales por desnudar un sistema podrido y que ese destape nos sirva para reconstruir. Se dice que Morales se debe quedar (no hay problema), pero también se acepta que él no moverá un dedo para atacar los vicios y que el Congreso no permitirá que se den los cambios pues toda la apuesta es a que con la elección de Fiscal General cesen las persecuciones penales.

En las condiciones actuales es muy difícil atraer más inversión, lograr que se siga generando riqueza que nos permita seguir generando oportunidades, pero especialmente, que nos ayude a cerrar la brecha que existe en el país entre los que tenemos y los que no tienen acceso a un futuro prometedor.

No debemos negar que algunos tenemos espacios en las mesas y esferas de poder y tenemos la harta obligación de utilizar esos espacios para incidir en el cambio y no para asegurar las vueltas al pasado.

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