Raúl Molina

Cuando el Gobierno, mediante el Presidente y la Ministra de Relaciones Exteriores, decidió defender a Donald Trump en la Asamblea General de la ONU por su decisión de trasladar su Embajada a Jerusalén, ignoró los derechos del pueblo palestino, que desde el primer día de Israel como nuevo Estado ha mantenido su reclamo a su condición de Estado y a su propio territorio. Se ignoró la lucha por los derechos fundamentales de todo un pueblo. Fue una decisión basada en la ignorancia, el servilismo a Estados Unidos y cierto oscuro fundamentalismo religioso, razones todas que desprestigian más a nuestro país. Días después, para mayor bochorno, el Gobierno decidió trasladar la Embajada de Guatemala a imitación de Estados Unidos; se falta al derecho internacional y se transgreden las decisiones tomadas en el seno de la ONU, en donde se ha tratado de encontrar una fórmula política, basada en el principio de “territorio por paz”, que permita que existan dos Estados, el de Palestina y de Israel, que convivan en paz. Esto ha sido apoyado por la comunidad internacional y es lo que contienen los acuerdos pro-paz firmados por Israel y el pueblo palestino. La oposición viene del sector fundamentalista israelí, que mantiene secuestrado a su Estado y no ha tenido empacho en asesinar a su propio líder, el Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin (1995) y al líder de la resistencia palestina, Yasser Arafat (2004), además de cometer todo tipo de crímenes contra el pueblo palestino, incluidas numerosas masacres. Israel, gracias al permanente veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, incumple una a una todas las resoluciones de la ONU para lograr la paz en el Oriente Medio. Se da el lujo de mantener la ocupación ilegítima e ilegal de territorios árabes y de actuar en ellos, con su política de “asentamientos”, como que si ese territorio le perteneciera.

Entre los acuerdos y decisiones sobre el conflicto palestino-israelí está el reconocimiento de Jerusalén como ciudad sagrada para las religiones judía, cristianas y musulmana. Así, es de vital importancia que no se convierta en motivo adicional de conflicto, con reclamos tanto de Palestina como de Israel de que sea la capital de sus respectivos Estados. Esto está en discusión y es parte de la solución política que se busca y contra la cual atenta la decisión de Trump, por ignorancia y prepotencia, y la de Morales, en sus desesperados esfuerzos por evitar que se le exija su renuncia, su razón de fondo para regalar la soberanía nacional. El Minex aduce otra cuestionable razón: la “histórica amistad” con Israel. Si bien fue una amistad bien originada y desarrollada por el gobierno de Arévalo, a partir del Conflicto Armado Interno en Guatemala, en 1962, se convirtió en la más negra colaboración israelí en la contrainsurgencia desatada en el país, plagada de crímenes de lesa humanidad, incluido genocidio, como los que ha sufrido Palestina a manos de la potencia ocupante. Frente a esta historia reciente, si bien no se pide al Estado guatemalteco políticas anti-israelíes si se le exige la erradicación de las políticas pro-israelíes. A esto instan las autoridades y el pueblo de Palestina.

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