Eduardo Blandón

Hablar de las preferencias en modalidades de lectura parece ser ya un tópico “cantinesco”.  Sí, de esos que, a falta de temas de conversación, brotan espontáneamente para llenar el espacio incómodo del silencio: “¿Tú qué prefieres, leer en papel o en digital?”.  Por fortuna muchos parecen tener la respuesta a flor de piel y la discusión, dependiendo de los conversadores, da para varios minutos.

La prensa no es la excepción. Con frecuencia aparece el debate en los diarios, a veces disimulados con datos que le dan al contenido un poco más de formalidad o amagos de cientificidad.  Como el dato revelado hoy en la edición del diario español El País, donde inicia rimbombante la nota con una cita de Maimónides: “El Mesías vendrá, pero podría retrasarse”, haciendo profecía de la imposibilidad del ebook.

Y claro, vienen los números (infaltables para el fortalecimiento del argumento).  “Los datos son tajantes: la venta de ebooks solo supone el 5,1% de todo el sector, es decir, unos exiguos 115 millones de euros de los 2.317,2 millones que movió la industria en 2016 (último dato oficial de la Federación del Gremio de Editores, FGEE)”.  O sea, hay libros de papel para rato, la gente no se ha tragado las supuestas virtudes del libro en versión digital.

Luego se pasa a la opinión de los expertos, sin faltar la de los “filántropos editores”.  Que si los ebooks dañan la vista y cansan la lectura, que no son tan cómodos para leer, que distraen… Hay argumentos cuasi infinitos.  Desde los sólidos, como los vinculados con la neurociencia, hasta los románticos como ese de preferir los libros en papel por el olor de sus páginas y las caricias eróticas practicadas en espacios para el onanismo intelectual.

En fin, que de algo hay que llenar las páginas de los periódicos y de algo se debe hablar en las cantinas (ya lo del clima y el fútbol parecen haber pasado de moda).  En lo que a mí respecta, soy de esos versátiles que se adaptan (o al menos lo intentan) a toda clase de material escrito.  Pero, además, un tanto pragmático cuando se trata de considerar el metálico.

Sí, es mejor el papel.  Lo acepto. Y admito toda la cursilería del olor de sus páginas.  Pero también es una opción cada vez más principesca.  Ir a las librerías es un ejercicio flagelatorio: sufrir frente a los humillantes precios de los filantrópicos libreros.  Precios desorbitantes en un país pletórico de pobreza.  Pues bien, para ello, están las opciones que van más allá de los ebooks y pasa por las bibliotecas (aún hay algunas dignas), el intercambio de textos y un etcétera que seguramente usted conozca mejor que yo.

Lo importante es leer. Lo de las discusiones sobre el medio, son para bares o para la prensa.  Deseo para usted un feliz Año Nuevo y los augurios de que disfrute con su familia toda clase de bendiciones.  Hasta el 2018.

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