Arlena cifuentes
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La profesión de médico es y ha sido valorada como una vocación que implica el sacrificio de toda una vida de entrega, lo cual no se aleja de la realidad en cierto porcentaje de galenos; así como, en algunos de quienes se inscriben en la carrera de medicina en las diferentes universidades del país.

La gran mayoría de quienes escogen esta profesión desconocen totalmente lo que ella significa y ya en el proceso no son capaces de imprimirle la mística y la entrega que la misma requiere.  Son los médicos pertenecientes a este último grupo los que representan un peligro para la sociedad, aquellos a quienes interesa la obtención de un cartón y que tienen la suerte de obtenerlo sin mayor esfuerzo, no importando la negligencia médica y descuidos implícitos en la práctica de la que depende la vida de cientos de pacientes. Sirva como ejemplo, el IGSS que alberga una buena cantidad de médicos mediocres que tratan al paciente con desprecio y soberbia; lo cual también sucede en los hospitales nacionales.

Es urgente una readecuación del pensum, una revisión exhaustiva de quienes conforman el claustro de maestros, quienes muchas veces se venden para la elaboración de una tesis o la aprobación de una clase. La enseñanza de la “ética” es de vital importancia y debe ir intrínsecamente unida a lo que constituye la formación de un médico.  Lamentablemente en Guatemala un buen número de médicos lucran con la salud de la población, tanto en lo público como en lo privado.

En relación a las especialidades, la Usac debería estar más cerca y vigilante de lo que realmente sucede en el desarrollo de las mismas.  Los médicos residentes están prácticamente abandonados al maltrato o buen trato que los Jefes de las mismas quieran imprimirles.  Las condiciones infrahumanas en que los médicos laboran son deplorables.  Enfermería, por otro lado, es un gremio privilegiado por estar sindicalizado, tienen sus tiempos de comida establecidos; así como las instalaciones necesarias para calentar e ingerir sus alimentos, cuentan con lockers, con horarios definidos de trabajo y mejores salarios.   Los residentes en cambio, están a merced de lo que cualquier médico neurótico, en la escala jerárquica, quiera hacer con ellos, es por eso que el pensum debiera contemplar con carácter de obligatoriedad para todos el apoyo psiquiátrico, al menos en las especialidades más demandantes.

Un Residente obtiene por su trabajo, a veces de 40 horas continuas el salario mínimo, el cual es bondadosamente incrementado con bonos. Por ello el Bono 14, por ejemplo, se calcula sobre el salario mínimo.  ¿Qué espera el Ministerio de Salud conjuntamente con la Universidad de San Carlos para corregir estas tremendas injusticias a las que se suman una serie de caprichos de carácter obligatorio determinadas por los Jefes? Deseo aquí comentar una anécdota, en las últimas semanas en las que estuvo al frente del Ministerio de Salud la ministra Mack, se contrataron 40 trabajadores para engrosar el personal de limpieza, contratación que era totalmente injustificada.  Por qué, me pregunto no se contrataron 20 médicos de apoyo en las áreas más saturadas, o se les dió un incremento a los médicos cuyo esfuerzo es visible y palpable día con día.

Por último debo manifestar mi orgullo y admiración por mi hija, médico residente, en una de las especialidades más difíciles de sobrellevar, sobre todo ante la desventaja en que la coloca el hecho de ser mujer, careciendo además de las condiciones mínimas ante las que un ser humano pueda sentirse dignificado.   La experiencia es que a mayor entrega y eficiencia mayor es la exigencia;  a menor entrega y mayor negligencia, menor es la exigencia y mayor la permisividad.

Deseo felicitar a la excelencia médica con la que cuenta nuestro país, al médico ético y humano que, a quien no puede pagar una consulta no lo rechaza, al médico eminente que dona su tiempo en los hospitales públicos para formar profesionales capaces o que atiende día a día a aquellos que no pueden pagar una consulta en lo privado, no obstante y tener que soportar la burocracia y los obstáculos que les imponen los mismos hospitales públicos para firmar un contrato que no cubre tan siquiera los gastos de su traslado dejando de percibir en su clínica privada los ingresos que en un día obtiene en un mes, ignorando el beneficio que representa para los residentes y la población la dedicación de un tiempo invaluable que se traduce en un acto humanitario para un pueblo que agoniza y que tiene el derecho de tener acceso a una eficiente y excelente atención en salud.

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