Guatemala es un país sin norte ni objetivo que carece por completo de planificación y el Presupuesto General de la Nación delata la incapacidad de quienes nos gobiernan y nos han gobernado. El grueso del gasto público es para cubrir los compromisos adquiridos corruptamente por los grupos sindicales que se han aprovechado de la venalidad e irresponsabilidad de las autoridades a la hora de negociar pactos colectivos que consumen enormes cantidades de dinero sin que a cambio la población reciba un mejor servicio. Es un presupuesto para cubrir básicamente gastos de funcionamiento y que no le pone atención a la necesidad de inversión que tiene un país con las características del nuestro, a lo que se debe agregar que cuando se estampa un proyecto en el Presupuesto es generalmente porque ya se pactó con alguien la mordida para asignarle las obras y hacerle las compras.

Nuestro Presupuesto es un reflejo de la forma en que somos gobernados y por ello es que hasta se presenta uno sin candados, es decir, sin controles para que puedan hacer micos y pericos con el dinero de los contribuyentes. No es, en términos relativos, un presupuesto muy grande porque hay otros países que invierten más y recaudan también mayores cantidades de impuestos. Pero el nuestro es uno de derroche, hecho como consecuencia de esa visión estúpida de que el Estado sirve para mantener lagartos producto del puro clientelismo. No sólo son los sindicatos sino la cantidad de gente que entra a la planilla estatal con cada nuevo gobierno, porque todos los candidatos llevan a su propia gente sin salir de la de los otros y por ello el crecimiento del servicio civil es enorme.

Si algo es evidente muestra de que somos mal gobernados es la forma en que se formulan los presupuestos y cómo los manosean después los políticos en el Congreso, sin ningún criterio técnico y simplemente viendo dónde les puede quedar untada la olla a ellos y sus secuaces.

El Presupuesto tendría que ser la herramienta de los planificadores para ejecutar aquellos programas de largo alcance que han sido debidamente estudiados y que se consideran esenciales para el desarrollo sostenible de los pueblos. De eso en Guatemala no hay absolutamente nada y todo es como el transporte masivo. Se gasta y gasta en proyectos como el Transurbano, donde los jugosos arrendamientos dejan enormes mordidas, pero no se invierte en un sistema serio de transporte masivo, como un metro de superficie, por ejemplo. La idea es simplemente gastar sin invertir porque en ese gasto tienen su ganancia.

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