Juan Antonio Mazariegos G.

De conformidad con nuestra Constitución Política, los diputados del Congreso de la República son representantes del pueblo, de igual manera indica nuestra Carta Magna que es del pueblo del que proviene el poder público y este lo delega para su ejercicio en los distintos poderes del Estado, los cuales incluyen al Organismo Legislativo. En un sistema perfecto, todos los ciudadanos tendrían voz y voto para decidir sobre qué legislar, pero dado que es imposible ponernos de acuerdo y no existe un foro capaz de albergar a millones de guatemaltecos, elegimos a algunos ciudadanos que nos representan, conforman el Congreso y redactan las leyes que nos rigen a todos.

Si analizamos nuestro sistema electoral y la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) nos daremos cuenta que únicamente los partidos políticos pueden proponer candidatos a diputados y de esa cuenta la posibilidad de cualquier persona de ser propuesta para ocupar una curul en el Congreso, pasa por el hecho de ser impulsada por una de estas organizaciones que para su existencia requieren de un sinfín de requisitos que transforman en un embudo las vías de participación que debieran de ser expeditos caminos para que los mejores guatemaltecos se postulen a cargos de elección popular.

El matutino Prensa Libre publicó esta semana un artículo en el que describía la conformación que tendrían los subdistritos electorales a ubicarse en 7 departamentos del país, los cuales, en virtud de ser los más poblados elegirían a sus representantes ante el Congreso de la República en este nuevo formato que en principio presenta el beneficio de acortar las listas de diputados eliminando la filtración de desconocidos o conocidos poco presentables que ingresaban al Congreso como puesto 10 u 11 de un listado que nadie revisaba.

Ahora bien, esa verdadera representación democrática, no se alcanzará en tanto no se abra el paso a la participación ciudadana a través de permitir que los comités cívicos u organizaciones más pequeñas, flexibles y democráticas que los partidos políticos, puedan postular a sus candidatos a diputados, eliminando de esta forma las barreras que hacen imposible que hoy en Guatemala democráticamente se pueda participar.

En estos momentos para Guatemala pocas cosas revisten tanta importancia como el poder disponer de una LEPP que sirva de puente a un mejor futuro. Garantizar una verdadera representación democrática, la elección de personas por su nombre y no por listas de partido, un Tribunal Supremo Electoral independiente y fuerte, son solo algunos de los mínimos que debemos exigir de estas reformas, cualquier otra cosa no es más que una pírrica reforma con un previsible y pírrico resultado.

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