René Leiva

La última vez, creo, que vi a Nicolás Suescún, una otoñal mañana en Praga, hacia 1949, después de tres cafés con leche en la pastelería de ***, me entregó, ente otras cosas, un legajo que contenía parte de su Gran Diccionario Biográfico que él, modestamente, atribuye al profesor Salcoin Unesscu.

En 1978 para el número 200 de la revista colombiana-alemana ECO, se publicó un artículo titulado “69 Personas rescatadas del olvido” de mi amigo Suescún. Qué agradable sorpresa. Pues bien, ahora me he decidido a publicar, por entregas, otra parte del diccionario biográfico, traducido por mí del rumano, griego, latín, francés, entre otros idiomas raros. Confío en que todo este esfuerzo heredado tenga algún interés para historiadores, arqueólogos, paleógrafos, entre otros tipos también raros. R.L.

No es común la inclusión de epígrafes –sobre todo si son prescindibles, como es el caso- en un diccionario, pero los incluimos porque tuvimos a la vista el mencionado legajo del ilustre y acucioso profesor centroeuropeo Suescún. (N. de los E.)

“El espíritu humano no es tan complicado como para llegar a esos extremos.” Einstein

“Tengo un proyecto: volverme loco.” Dostoievsky

“Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.”
Vallejo

“Toda realidad es accidental y toda metáfora es conjuro.” Cardoza y Aragón
“El misterio del mundo es lo visible.” Fuentes

Abalúo, Lecos, náufrago originario de Creta, vivió 47 años en total soledad en un islote cercano a las Canarias. Cuando fue rescatado, contó a sus salvadores sobre la visita de seres extraterrestres llegados en pequeños submarinos. Murió a los 96 años en el desierto de Abisinia, sepultado por una tormenta de arena.

Ac, Macario, político y orador de Chichicastenango, fue presidente de la República por 39 horas, durante las cuales el destino de su país dio un giro de 180 grados, al punto que Guatemala llegó a ser una de las naciones más desarrolladas y progresistas del orbe.

Albur, Tancredo, miniaturista que pintaba paisajes marinos y submarinos en la cabeza de un alfiler. París, Londres, Nueva York o Berlín fueron incapaces de comprenderlo. Tuvo una muerte horrenda cuando en un momento de desesperación tragó tres docenas de alfileres en medio vaso de agua mineralizada.

Acania, cortesana y hechicera de Corinto, amante de Lifos, a quien asesinó dándole a beber polvos de seriola disueltos en agua del pozo Xulis. Fue ahorcada al pie de monte Afuris.

Álvaro, Pedro, religioso franciscano, protector de los aborígenes de Centro América y México. Escribió un tratado sobre las crueldades de los conquistadores. Fue elevado, un poco tardío, a los altares en 1876 y se cree es muy milagroso.

Aristógenes, vagabundo de Atenas, carecía de rostro propiamente dicho. En él se basó Poe para su “El hombre en la multitud”.

Azolemoc, patriarca de los caotemitas, tuvo 32 esposas y no menos de 225 hijos. Padecía extrañas visiones, en una de ellas vio como, al final de los tiempos, la Tierra sería derretida como la mantequilla obtenida de sus cabras.

Balfin, Vilma, entomóloga, vio en el papilio machon el más curvilíneo antepasado del embrión humano.

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