Luis Fernández Molina

Es claro que la rebeldía del monje Lutero estremeció mucho más que las viejas puertas de madera de la iglesia de Wittemberg. Los fuertes martillazos que dio (1517) para clavar sus tesis despertaron a muchos actores dormidos y sus ecos todavía se escuchan. Sacudió las bases de la teología, de la política, de la filosofía y obligó a un reacomodo entre los actores de diferentes escenarios.

Los príncipes germanos vieron la oportunidad de liberarse del Papa. Los campesinos alemanes se sintieron desatados de las exigencias y amenazas de los curas y por extensión querían sacudirse del sometimiento a los terratenientes. Los invasores turcos detectaron debilidades en las fisuras en los reinos cristianos y avanzaron hasta sitiar Viena (1529). Muchos teólogos y predicadores aprovecharon la coyuntura para expresar su oposición a Roma y proclamar sus propias doctrinas. Por influjo de la Reforma, la Biblia se empezó a difundir en lenguas vernáculas y, lógicamente, surgieron diferentes muy disímiles interpretaciones y así abundaron los “herejes”. Enrique VIII, poco antes distinguido como “Defensor de la Fe” por su fuerte oposición a los luteranos se percató que no era tan difícil divorciarse de Roma y creó la propia “Iglesia de Inglaterra” (1534).

La onda expansiva no llegó a América por la sencilla razón de que todavía era territorio indómito por conquistar. En esos precisos años, Cortés seguía con la conquista de Tenochtitlán (1521). Sin embargo los resultados de las turbulencias europeas se habrían de manifestar despacio pero extendido, en la Colonias, a lo largo de los tres siglos siguientes.

Es en ese contexto y, enfocado en la libertad, la Universidad Francisco Marroquín invitó al polifacético comunicador español, Cesar Vidal, autor del best seller “El Legado de la Reforma” quien impartió unas conferencias en el campus, a público lleno. Ameno y brillante en sus exposiciones Vidal expone premisas incuestionables que invitan a la reflexión. Son varios los ejes o palancas del legado reformador, entre ellos el regreso a la lectura de la Biblia, sin intermediarios ni intérpretes (idea que un siglo antes plantearon Wycliffe, Zwinglio, Juan Hus y otros). Por eso era menester instruir a la gente, alfabetizarla al menos. Otro estandarte era la supremacía de la ley; no se reconocía superioridad del Papa, reyes, ni príncipes. Ello colocaba a la ley por encima de cualquier persona. Otro eje la visión del trabajo como bendición y no como castigo.

Aunque contiene puntos válidos me parece un poco exagerada la aseveración de Vidal, que la Contrarreforma fue una “maldición” que afectó al mundo latino. Igual parece desproporcionada la relevancia que se otorga a Lutero en el desarrollo de la Europa nórdica frente a la mediterránea. Existieron otros factores que han incidido en esa diferencia en su accionar y progreso. Hubo pensadores como Erasmo, Bacon, que ya anticipaban luces que habrían de iluminar el progreso como condensó Max Weber en su “ética protestante.”

Al final la Historia es cíclica. 500 años después de tanta guerra, la celebración en Alemania no fue desafiante, ni agresiva, ni contestataria. No hubo críticas. Todo lo contrario, se arropó en un mensaje de conciliación, perdón y olvido. Se llamó a la unidad fundada en el mensaje de Jesucristo, resaltando los puntos de coincidencia más que aquellos de distanciamiento. Después de toda la católica, la luterana y la anglicana son iglesias formales con verdadera organización a nivel mundial. No deberían ser rivales entre sí, en todo caso, los rivales serían: el creciente laicismos y la proliferación de denominaciones “independientes” (sectas) que surgen como setas en un bosque que no encuentran punto de coincidencia salvo el hecho de no ser católicas.

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