Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Es obvio que la nuestra es una sociedad que vive enfrentada y que dedica mucha de su energía en debates que no persiguen unificar criterios ni alcanzar consensos, sino simplemente son desahogos de opinión. Lo estamos viendo con la polarización derivada de la manipulación del tema de la lucha contra la corrupción para llevar el “debate” al plano ideológico y ahora, tras la resolución de la Corte de Constitucionalidad de ayer, respecto a la pena de muerte, lo veremos intensamente con la discusión ya ancestral respecto a ese castigo.

De hecho, ayer la Corte de Constitucionalidad lo que hizo fue explicar que conforme a la adhesión de Guatemala a la Convención Americana de Derechos Humanos, con todo y la reserva que hizo nuestro país para seguir aplicando la pena de muerte, no se permitía ampliarla a otros delitos para los que no estuviera consignada en el momento en que se hizo la ratificación y la reserva. En otras palabras, Guatemala aceptó que no podría legislar para que otro tipo de crímenes pudieran ser castigados con la muerte de los responsables y cuando el Congreso en sucesivos decretos dispuso establecer la pena capital para delitos distintos a los que ya existían, violentó lo establecido en la Convención que, según nuestra Constitución, tiene preeminencia por ser relativa a los derechos humanos.

Eso no lo puede entender, desde luego, el Presidente del Congreso que despotricó hoy contra la resolución de la CC que, en esencia, no es una abolición de la pena de muerte sino una decisión que declara la inconstitucionalidad de la inclusión de nuevos delitos a los que se debería de aplicar. En ese sentido la CC actuó de acuerdo a sus facultades y obligaciones para preservar el Estado de derecho.

Ocurre, sin embargo, que la misma CC ha jugado un papel muy importante en los últimos meses respecto a la crisis institucional que se vive en el país y ha impedido la comisión de actos que constituyen, a su juicio, extralimitación en las funciones de algunos poderes del Estado y eso genera resquemores que ahora, con el tema de la pena de muerte, vienen a ser utilizados para crear un nuevo foco de polarización respecto a un tema que siempre ha dividido a la sociedad porque aquí hay muchos que sinceramente creen que matando es como se debe castigar a los delincuentes, por supuesto siempre y cuando sean delincuentes pobres o pelados, porque si fueran de círculos más privilegiados Dios libre que se llegara a pensar en aplicar esa forma de castigo.

No se discute sobre las teorías del derecho penal que favorecen o cuestionan la pena de muerte, sino se recurre simplemente a los sentimientos de la gente. Los abundantes estudios que hay sobre la pena capital, a lo largo y ancho del mundo, son deliberadamente ignorados porque lo que interesa no es averiguar realmente si ese castigo disuade al delincuente sino que al final se le ve como una forma de venganza de la sociedad contra quienes delinquen.

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