Si alguna duda hay de que las élites juzgan con doble rasero el tema de la lucha contra la corrupción, debemos detenernos a comparar las reacciones que hubo tras la conferencia de prensa del Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala cuando se señaló al alcalde capitalino Álvaro Arzú de malos manejos financieros y el sepulcral silencio que se produjo después de la conferencia de prensa en la que las mismas instituciones señalaron a varias autoridades edilicias del altiplano guatemalteco. Nadie alegó falta de respeto por hacer señalamientos contra esas personas “del pueblo” ni alguien esgrimió el argumento de que esas conferencias de prensa violentan el principio de la presunción de inocencia, como tanto han dicho cuando el señalado es alguien de esas mismas élites.

La verdad es que nunca, a lo largo de la historia, la opinión pública había reparado en la presunción de inocencia ni se había mostrado indignada porque públicamente se hiciera señalamiento contra quienes son acusados de la comisión de delitos. Al contrario, si los señalados no son de ese selecto grupo, nadie se inmutó por procedimientos aún más groseros realizados ya no por el Ministerio Público o la CICIG sino por las mismas autoridades policiales. Pero así como la admiración a Iván Velásquez y Thelma Aldana por su lucha contra la Corrupción cesó como por arte de magia cuando se presentaron las primeras acusaciones contra empresarios por el caso de la cooptación del Estado, también llama la atención el marcado contraste de las reacciones en medios y redes sociales cuando los acusados no pertenecen a los sectores dominantes.

Desde todo punto de vista se debiera considerar como iguales a quienes son electos por sus respectivos vecinos para dirigir los destinos de un Municipio, pero en nuestra Guatemala hay distintos raseros para juzgar a las personas y nunca se ha considerado que sean iguales, por mucho que ostenten el mismo cargo, quienes pertenecen o están vinculados con las élites con aquellos que simplemente son parte de lo que despectivamente se llama populacho. Y uno de los ejemplos más paradigmáticos es el de las airadas reacciones en defensa de Arzú, que deben ser contrastadas con lo que se dijo cuando el señalamiento fue contra Roxana Baldetti, a la sazón vicepresidenta de la República. De Baldetti se recordaba su origen como simple peinadora en la Primero de Julio, mientras que del Alcalde se hace hincapié en su alcurnia y eso se traduce en la inmediata condena a la primera y la absolución automática del segundo.

Obviamente el doble rasero existe.

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