Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Fue impresionante la reacción de la opinión pública en Estados Unidos cuando se destapó el escándalo del comportamiento sexual de Harvey Weinstein y la reacción de su mismo entorno que lo terminó expulsando de la Academia Cinematográfica en la que era una de las figuras emblemáticas. El tipo, por lo que ha trascendido, es un auténtico depredador con ningún respecto por las mujeres a las que trata como simples objetos y sin duda que es más que merecedor del repudio mostrado en forma unánime no sólo en la prensa sino en todos lados, incluyendo los púlpitos donde se ha hablado abundantemente del tema.

Sin embargo, hay que ver que la reacción ha sido radicalmente opuesta a la que se mostró cuando se hizo pública la conversación de Donald Trump con Billy Bush respecto a la forma en que una celebridad puede tratar a las mujeres y lo que pude esperar de las reacciones de ellas. En ese momento hubo el mismo tipo de reacciones en la prensa y los medios de comunicación cubrieron con auténtico lujo de detalle esa plática y salieron a luz testimonios de víctimas de algunas formas de abuso de parte del entonces candidato presidencial, pero en general se puede decir que la sociedad no reaccionó ni le pasó factura, tanto así que ni mella le hizo todo eso a la hora de la elección.

Y es que es muy corriente ver que en todos lados impera la doble moral y cómo somos de diferentes para juzgar situaciones iguales dependiendo de quién sea el real o supuesto responsable. Los curas que han despotricado contra Weinstein no hacen ninguna referencia al largo historial que tiene la misma Iglesia en cuanto a abusos cometidos por algunos de sus miembros en contra de menores de edad cuya vulnerabilidad hace mucho más grave el crimen, pero también hay que ver que la misma sociedad tiene parámetros diferentes para analizar casos tan similares.

Durante varios días prácticamente todas las conversaciones giraron sobre la publicación que hizo The New Yorker respecto al caso del magnate de Hollywood y a donde uno iba era la comidilla, además de la extensa cobertura que se le fue dando aún en los mismos medios que tenían la información desde antes pero que no la quisieron publicar, como fue el caso del New York Times. Pero cuando empezaron a hacer la comparación de lo que había sido la reacción con Trump, cambió la marea y dejó de haber el mismo interés, sin duda porque para nadie es cómodo que el Presidente de la nación más poderosa del mundo se enmarque en la misma categoría que quien ha sido pintado como un abominable ser humano por su sistemático comportamiento con las mujeres.

Una sociedad que supo a quien estaba eligiendo y que a pesar de las evidencias decidió elevarlo a la posición de mayor poder, como que tiene poca boca con qué hablar y el mensaje que envió es que a un poderoso, como dijo Trump, se le permite todo.

Artículo anteriorLos nuevos retos de la Administración Tributaria
Artículo siguienteColaboración eficaz