Dr. Luis Fernando Cordón Morales
@lfercordon – buzonasprodecogt@gmail.com

En el escenario de una carrera automovilística categoría libre ¿Cómo un vehículo tipo sedán urbano puede competir e intentar vencer al deportivo? Podemos pensar en un par de respuestas básicas, una que consista en modificar al primero adhiriendo o sustituyendo componentes que lo hagan más rápido y eficaz; o bien, más fácil, desinflando o pinchando los neumáticos al segundo para restarle rendimiento o sacarlo de la competencia. Para la primera opción resultaría insuficiente si el conductor no es habilidoso, es inexperto, no sabe o no quiere seguir lineamientos técnicos; por lo que para esta iniciativa sería imperativo que se sumara la garantía de un timonel preparado y experimentado. Para la segunda opción no se requiere de ninguna habilidad, ni de piloto apto, sino solo de una persona que asuma la rudimentaria actitud de averiar las llantas ¿Qué ocurriría si en la misma justa participan miles de carros deportivos? el chofer del sedán en lugar de prepararse para competir se concentraría en estar dañando a esos contrincantes fuertes, corriendo el riesgo de no poder lograr perjudicarlos a todos (máximo si estos se alían), ahora ¿Qué pasa con los demás participantes? también es posible que lo venzan, incluso aquellos que pudo considerar como controlados o débiles. La posición del pernicioso se vislumbra complicada y nada competitiva, y no le servirá de nada que lo ensalcen aquellos espectadores que no están en la competición o no le aportan nada a la misma.

La narrativa anterior pretende ejemplificar la posición en que podría encontrarse una Administración Fiscal, que debe decidir entre fortalecerse de forma técnica, consistente y garantista, o bien, tomar acciones insostenibles, cortoplacistas y arbitrarias. Es un hecho que para todas las Administraciones Tributarias, y principalmente las latinoamericanas, los retos inmediatos y constantes están vinculados con los efectos naturales de la globalización, que generan relaciones con potencial de imposición, pero realizadas de manera virtual (tecnología), o que los negocios revistan de mayor complejidad; por lo que si su intención es ser eficientes y efectivas, las mismas deben de actuar con rapidez, exactitud y capacidad.

En Guatemala, además de los desafíos relacionados, la SAT tiene la ineludible necesidad de aumentar la base de quienes deben pagar impuestos y el compromiso (según los acuerdos de paz) de alcanzar elevar la carga tributaria; sin embargo, en virtud de los acontecimientos de los últimos años y de una débil administración de la economía política, ahora se suman dos nuevos retos de especial trascendencia: 1) Lograr recuperar y luego mantener la confianza de los tributarios que vieron como en la propia institución se denunció la supuesta existencia de estructuras dedicadas a la promoción y facilitación de delitos contra el régimen tributario (defraudación) y el sistema aduanero (contrabando), que debilitó la moral, visible en el pobre pago voluntario de tributos; y, 2) Generar escenarios de estabilidad y certidumbre para aquellos actores (sectores, gremios o agrupaciones) con los que publica e improductivamente han intercambiado señalamientos, para posibilitar mejorar la capacidad de gestión de las políticas tributarias y optimizar la recaudación.

Artículo anteriorUn irrelevante y casi indigente lechero atenta contra la divinidad solar del adelantado Irigoyen
Artículo siguienteLa doble moral aparece en todos lados