Juan José Narciso Chúa

Guatemala es un país en donde el cambio es la constante; no hay día que no aparezca algo nuevo, lástima que los hechos que llaman la atención de cada día y conforman la coyuntura son tan desagradables y hasta deprimentes, que ese cambio sería mejor si ocurriera en lo político, en lo cultural, en lo social o en lo económico. Pero no, desafortunadamente no es así, la coyuntura cada día presenta sus peores manifestaciones, la misma se va construyendo con hechos, casos o situaciones que constatan, dolorosamente, la realidad de este país.

Desde la pretensión absurda del Presidente de pedir el cambio del Comisionado Iván Velásquez, hasta la declaración madrugadora de declararlo non grato; pasando por el bono famoso otorgado oficiosamente por el Ministerio de la Defensa, en un día inhábil y en el marco de un acto administrativo y antes que el Presidente fuera Presidente; la promulgación de cambios a la Ley Penal, a la carta, para favorecer a los propios diputados o asegurarse la libertad condicional o la conmutación favorable de penas, para llegar hoy a la famosa Caja de Pandora, en donde al abrirla se liberan todos los males de la humanidad, que es hoy nuestra sociedad.

Sin duda, Macondo, el idílico pueblo que describía Gabriel García Márquez, se quedó pequeño en relación a lo que acontece cada día en nuestro país. Macondo es más real que nuestra surrealista realidad política. Cuándo se le iba a ocurrir al gran Gabo, escribir algo en donde el Coronel Aureliano Buendía, como jefe de la armada de Macondo, otorgarle un bono al Gobernador del pueblo. Cómo podría haber imaginado el ilustre García Márquez, que el Gobernador de Macondo, expulsaría a un enviado de las Naciones Unidas, porque se encontraba investigando y destapando inmundicias, negocios chuecos y verdaderos entuertos, vinculados a un sistema que ha vivido de sus negocios con el propio gobierno.

Qué diría el gran Gabo, si se encontrara que sus novelas del realismo mágico, tendrían una contraparte verdadera y real acá en Guatemala, por lo que se le pasaron hechos que son impresionantes en donde el Gobernador de Macondo, se enoja porque su retoño y su hermano, se encuentran en un proceso judicial “selectivo”, según él, y con ello se niega a aceptar la presencia del enviado, así como hace berrinche y no asiste a una presentación de su trabajo. Era impensable que García Márquez hubiera creído que de la ficción de su novela, se pasaba a la realidad.

Cómo podría entender que el Gobernador de Macondo, todavía permanece en su puesto y considera que los antejuicios en su contra constituyen únicamente un “distractor” molesto, nada más, para él no existe un Estado de Derecho, ni mucho menos un sistema judicial que pueda enjuiciarlo porque él, es un hombre, bendecido por el espíritu santo, válgame tamaña tontera.

El enorme literato, el Gabo, no podría haber pensado que en la cárcel de Macondo, existiría un preso que domina la misma, pero lo más surrealista es que además le fue “adjudicada”, por un gobierno corrupto, militar y chambón, pero tampoco se podría haber imaginado que este famoso presidiario se hizo millonario estando en la cárcel, podía salir de la cárcel y además contaba con una fortuna de bienes que serían la envidia de cualquier ciudadano trabajador y decente.

No cabe duda que Macondo se quedó chiquito, la realidad actual nuestra presenta mayores pasajes reales, pero que parecen fantásticos, pues García Márquez jamás hubiera pensado que acá en Guatemala, existe la corrupción “pequeña”, “mediana” y “grande”, como si fuera tallas de cualquier prenda de ropa y que con ello, no se puede calificar de corrupción a secas y que las plazas fantasma, son puramente fantasías.

No cabe duda que el gran García Márquez, más allá de recrear Macondo, los distintos Aurelianos Buendía, los Nicolás Urbino, la Nigromanta, Ursula y todos sus personajes de sus obras geniales, hubiera concluido que en este nuestro Macondo, si coincidiría la contundente frase final del Coronel no tiene quien le escriba y se quedaría reflexionando sobre el futuro de este país y diría, si las cosas no cambian ahí, y el sistema se resiste a aceptar los cambios políticos imprescindibles y a reconocer que el trabajo de la CICIG, propicia enormes transformaciones en el ámbito judicial, realmente en este país lo único que le queda es “comer mierda”.

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