Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Si usted quiere ser diputado en las elecciones del 2019 y entrar a competir con muchas de las bellezas que hoy tenemos en el Congreso, tal y como están las cosas, tendrá que irle a pedir cacao a Jimmy Morales, Sandra Torres, Manuel Baldizón, Alejandro Sinibaldi, Álvaro Arzú, Mario Estrada, Felipe Alejos, Alejandro Giammattei, Zury Ríos y algunos otros caciques de los partidos que hoy funcionan más como empresa que como entidades de interés público que buscan promover la participación de los ciudadanos.

Debido a la falta de la democratización de los partidos políticos, a los ya mencionados y a su círculo tendrá que llegar a convencer para que le abran un escaño de participación (a ver qué ofrece usted que sea tan atractivo para ellos) y viendo lo que tenemos (actitudes como la de Mario Taracena la semana pasada), es prácticamente imposible que alguien que no desee jugar bajo las reglas del modelo de cooptación o esté en contra de las mismas, encuentre un espacio electoral para incidir de manera diferente. Hay quienes hablan de hacer un partido o comprar la ficha de uno existente, pero eso lo podrán hacer pocos.

Y dada la compleja situación que cualquier “cambio” por la vía institucional tiene ruta obligada por el Congreso de la República, es que los ciudadanos debemos entender que bajo las mismas reglas no hay camino de salvación posible porque si llegamos a nuevas elecciones con las reglas de siempre (que conservan el monopolio de los partidos políticos), el modelo de cooptación se consolida y pasará lo mismo que en el 2015, es decir, la gente va a las urnas porque le hacen creer que su voto marca la diferencia cuando en realidad lo único que hace es prolongar un sistema podrido.

Ese es el modelo que está en juego y por eso es que ahora harán hasta lo imposible por defenderlo, no por gusto buscan desacreditar cualquier esfuerzo por encontrar la verdad y rendir cuentas como debe de ser en la vida y si los guatemaltecos no entendemos que el debate es entre la cooptación y el modelo de apertura no tenemos futuro.

Para abrir los espacios de participación se requiere de una reforma constitucional que debe ser ratificada por una consulta popular y el gran problema es que si la gente no reclama su espacio y derecho de participación en un modelo adicional al de cooptación, los diputados se sentirán a sus anchas para mandar por un tubo cualquier esfuerzo en esa línea. Por eso es que este Congreso tiene que depurarse y, como mínimo, los que lo manejan deben renunciar porque no tienen legitimidad desde el día de la infamia.

Que sigan existiendo los partidos políticos, pero que no sean el único camino para nominar candidatos al Congreso y a la Presidencia, y además es necesario que fijemos las reglas por medio de los cuales se puede, por ejemplo, formar comités cívicos y cuánta gente se necesita para eso, así como romper los listados y generar con claridad los distritos para que exista verdadera representatividad y así matamos esa paja de que las papeletas serán de un kilómetro de largo.

Los que quisieron eliminar algunos de los delitos de cuello blanco ya lograron “pasar” el chaparrón sin muchas consecuencias y si no hacemos nada, los titiriteros del Congreso se saldrán con la suya de llevarnos a elecciones bajo el modelo de cooptación que asegura (y ya quedó demostrado) un Congreso que en nocturnidad, con alevosía, premeditación y en cuadrilla, pretendió legalizar la corrupción.

Esto no es de ideologías (aunque para algunos eso es todo el debate), sino es de oportunidades que puedan generar cambios para verdaderamente poder optar a un futuro mejor. Un amigo me decía la semana pasada, pero ¿cómo se van a dar más oportunidades abriendo los espacios? y la respuesta es sencilla: Si no cambian las reglas nunca podremos modificar el sistema de rendición de cuentas y nunca llegará el dinero a la gente, la educación y la salud no tendrán inversión en serio y seguirán siendo un lujo y un privilegio, la justicia nunca será pronta y cumplida, los indicadores de desarrollo humano serán para llorar y ante la falta de oportunidades y políticas para generarlas, la gente seguirá siendo nuestro producto de exportación insigne.

Artículo anteriorLey de aceptación de cargos y la ley de los sapos
Artículo siguienteLinchamiento entre zanates