Claudia Escobar

Un grupo de especialistas en el fenómeno de la corrupción, se reunió para analizar los efectos de la cleptocracia en la actualidad. Uno de los objetivos del taller fue delimitar el concepto de este nuevo término y los elementos que le caracterizan.

El vocablo cleptocracia tiene su origen en el término griego clepto que significa quitar, arrebatar, o robar y cracia que se refiere al gobierno o el poder. Según el diccionario de la Real Academia Española, la cleptocracia es un sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. De acuerdo a los expertos cleptocracia se puede referir a un sistema o a bien a una actividad. También hay que hacer una diferencia entre una cleptocracia como forma de gobierno y un cleptócrata.

Algunas de las características de la cleptocracia, son las siguientes: a) El sistema de administración pública está diseñado para promover el robo de los recursos que administra el gobierno. b) Los cleptócratas están a la cabeza de las instituciones públicas, promoviendo abiertamente la corrupción. c) No existe transparencia en el gasto público, ni instituciones de rendición de cuentas. d) El sistema judicial es ineficiente y carece de independencia. f) La separación real de poderes, puede ser formal, pero no real. g) La libertad de prensa está restringida y no hay libertad de expresión. h) Los medios de comunicación están controlados por el poder estatal. i) Las élites entienden la política como una forma de enriquecerse.

Si analizamos el caso de Guatemala bajo esa óptica, vemos que el sistema de gobierno cumple con muchas de las características de una cleptocracia, pues la corrupción es sistemática; en los puestos más altos de los organismos del Estado hay personas que favorecen la corrupción y se aprovechan de sus cargos para enriquecerse, el Congreso es un claro ejemplo de esto; las instituciones a cargo de la rendición de cuentas no cumplen su función; el sistema de justicia no es independiente, ni eficiente; y aunque la Constitución promulga la separación de poderes, en la práctica el poder Ejecutivo tiene una mayor cuota de poder que el resto de los organismos del Estado.

Sin embargo, a pesar que en el país existen altos índices de corrupción, aún existen algunos indicadores que pueden permitirnos cambiar de rumbo. Por ejemplo: existe libertad de expresión; algunos medios de comunicación no están al servicio del gobierno; en las instituciones del sector justicia, hay algunos funcionarios comprometidos con la lucha contra la corrupción y la impunidad; la sociedad civil se puede organizar y muchos ciudadanos rechazan la corrupción y los actos ilegales que favorecen el robo de los recursos públicos.

Pero no está claro cuál es el rol de las élites en Guatemala. En la élite económica existen sectores que abogan por un Estado de Derecho, mientras otros prefieren mantener sus privilegios y hacer negocios turbios con el Estado para enriquecerse. También hay una elite intelectual que debe asumir un papel más activo contra la corrupción. ¿Serán estas capaces de hacer un frente común en contra de las mafias que tiene capturado al Estado o preferirán ser parte del pacto de corrupción que no permite que el sistema transforme?

En este momento no podemos ser indiferentes al quehacer político, pues estamos en una encrucijada; entre un camino que nos puede llevar a construir un verdadero Estado de Derecho y poder ser una democracia liberal o seguir por el rumbo que llevamos y terminar como un narco estado, un estado fallido o una cleptocracia.

Artículo anterior¿Tiempos de diálogo?
Artículo siguienteUn país sin esperanzas alentadoras