Edgar Villanueva

Tras la controversial situación que hemos vivido en las últimas semanas, los extremos a la izquierda y a la derecha han logrado colocarnos en una posición antagónica de la que pareciera no haber salida. Una vez más, hemos caído en la trampa de los que venden confrontación ideológica, sin darnos cuenta que al mismo tiempo, le estamos haciendo el juego a los corruptos, cediéndoles con nuestra polarización la posibilidad que sigan haciendo de nuestra Guatemala su piñata.

Sin embargo, considero que en el “país de la eterna esperanza”, todavía hay elementos positivos que los liderazgos políticos, sociales y empresariales pueden usar como herramientas para sacar adelante al país.

En primer lugar, tenemos una ciudadanía que cada día participa más de la vida política, lo cual genera espacios para el surgimiento de liderazgos nuevos. Ya no queremos ver de Jefes de Bancada o de Secretarios Generales a los Blancos y a los Villates, ni de Presidenciables a los Torres y a los Baldizones. Queremos sangre nueva y preferimos novatos íntegros a expertos manchados por el tráfico de influencias y la corrupción.

Por otro lado, tenemos algunos valientes funcionarios que desde sus posiciones siguen aportando al país. Por ejemplo, la Fiscal General, quien continúa con su labor a pesar de los desafíos y amenazas que ha recibido. También tenemos algunos Ministros que, poniendo en riesgo su futuro profesional y su credibilidad, han optado por demostrar su compromiso con Guatemala quedando al frente de sus instituciones en tiempos de tormenta. Estoy seguro que si continúan dedicando la energía que tienen a sus carteras y no al trabajo político que genera la crisis estarán ayudando a encaminar la eventual discusión de un verdadero proyecto de nación.

Y, sobre todo, en estos últimos días vemos una luz que nos encamina hacia el diálogo. La primera propuesta que vi en esa vía fue la de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), quien llama a la creación de una instancia de concertación ciudadana. De la misma manera he visto otros sectores, como el CACIF, que llaman a un diálogo nacional que permita generar algunos acuerdos mínimos que ayuden a superar la crisis.

Este llamado que privilegia el diálogo y la concertación es uno de los principales elementos de esperanza que vemos en el horizonte. Considero que concertación nacional no quiere decir “nos vamos a juntar a platicar” para olvidarnos de la crisis, sino que nos vamos a subir las mangas y vamos a generar acuerdos que nos permitan reformar el sistema político. La participación de sectores diversos en esta instancia es vital para que el producto de la misma sea algo con tan alto nivel de consenso, que el Congreso no lo pueda ignorar. Ya estamos viendo como el Legislativo, con el protagonismo que le otorga la coyuntura, ha vuelto a ejercer su poder a través del tráfico de influencias, y el producto de la instancia no debe de convertirse en su rehén. Si la instancia toma forma, ¡participemos!

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