Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Nadie se atreve a decir “fuera la CICIG” y aún los más radicales declaran ahora que apoyan a la Comisión Internacional contra la Impunidad, pero no a su actual titular, el Comisionado Iván Velásquez que está en la mira del Presidente luego de que supo que había una investigación en su contra por financiamiento electoral ilícito cuando fue Secretario General del Partido FCN, pero el caso es que si se queda la CICIG tiene que estar bajo el control de alguien como Francisco Dall’Anese Ruiz, el tico que vino a pasar el rato en Guatemala cobrando un muy buen salario mientras se dedicaba a escribir un libro.

La corrupción, el mal mayor de Guatemala, nunca estuvo en la órbita de Dall’Anese, quien no movió un dedo, mucho menos investigó algún caso, relacionado con la forma en que opera la administración pública en Guatemala y la manera en que el sistema político se financia de manera ilícita para facilitar que desde la campaña los grandes intereses compren a los que aspiran a llegar a posiciones de poder. De hecho prácticamente ningún crimen estuvo en esa relajada órbita del tico y por ello cuando apareció en el escenario don Iván Velásquez, con su tono pausado y estilo profesional, se notó la enorme diferencia y al poco tiempo empezamos a ver una nueva CICIG, una Comisión comprometida para hacer un trabajo que realmente pudiera marcar el fin de tanta impunidad en Guatemala.

Una somera comparación entre los casos que la CICIG presentó durante el mandato del costarricense que vino prácticamente como turista y lo que ha hecho Velásquez desde su arribo al país resulta apabullante porque fue el colombiano quien le puso verdadero motor al ente creado por Naciones Unidas para ayudarnos a componer nuestro sistema de justicia. Y es que entendió que la raíz de todos los males, incluyendo el de la impunidad, está en la generalizada corrupción que como mortal cáncer se ha propagado por todo el sistema, afectando no sólo la administración de justicia, sino que también el ejercicio de cualquier función pública al punto de que el nuestro es, en muchos sentidos, un auténtico Estado fallido.

La CICIG cayó mal a muchos desde que fue creada, pero siendo una Comisión contra la Impunidad no era políticamente correcto atacarla y a regañadientes los grandes poderes terminaron aceptándola. Pero estaban felices con la Comisión inútil y vacía que durante años dirigió Dall’Anese y aunque se sobresaltaron cuando se destapó el Caso “La Línea”, vieron que los implicados eran únicamente Pérez Molina, Baldetti y su cohorte, sin que la gente que pagaba el contrabando apareciera y eso les generó tranquilidad y confianza. Los del Partido Patriota se avorazaron en el poder y su cinismo sin límites hizo que nadie, ni siquiera sus socios particulares, salieran a defenderlos.

Pero cuando empezaron a caer quienes durante años han sido cooptadores del Estado vía la corrupción del financiamiento electoral ilícito, todo cambió y aquel paladín contra la corrupción que llegó a ser admirado, cayó del pedestal para ser vilipendiado al punto de que apoyaron al Presidente para declararlo “non grato”.

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