Edgar Villanueva

Con mucha angustia hemos recibido las noticias de los ataques contra sedes policiales y las innecesarias muertes de gente inocente a manos de mareros que trataban de “rescatar” de las manos de la ley a uno de los suyos. También seguimos de cerca las honras fúnebres de los policías caídos en el cumplimiento de su deber y el drama que recientemente vivió el personal de los hospitales. Son estos momentos los que nos llaman a la reflexión sobre la situación de seguridad en nuestro país, son los momentos en los que tenemos que tener pies de plomo y cabeza fría para la toma de decisiones.

No tardaron mucho en salir los que apoyan la pena de muerte a expresar la necesidad de reactivarla antes los hechos acaecidos. Este tema sigue siendo un tema atractivo a la hora de enfrentar el tipo de crímenes que estamos viviendo, porque nos genera la percepción que estamos dándole solución definitiva a un problema. Sin embargo, pocos nos remitimos a las estadísticas que existen sobre la implementación de medidas “duras” frente a la criminalidad, y ante la asfixia que genera la situación, tampoco nos convencen las experiencias que han priorizado la prevención del delito y la intervención temprana del Estado en áreas de altos índices de crimen, como medidas eficientes de reducir la inseguridad.

De igual manera surgió la propuesta de Ley Antimaras, una ley que pretende endurecer las sanciones en contra de quienes, al cometer un delito, sean parte de una organización antisocial (porque de social no tienen nada) como una mara. Ahora no serán mareros, sino serán terroristas. No tengo nada en contra de llamar a las cosas por su nombre, pero tengo mis dudas sobre si un sistema de represión antimaras tiene sostenibilidad en el tiempo. No quiero ser malinterpretado, pues creo que alguien que está dispuesto a quitarle la vida a siete personas, incluidos niños, para salvar a un “homie” no tiene cabida en nuestra sociedad, pero me faltan las estadísticas para tener la certeza que la persecución, captura y duro castigo son una solución definitiva.

Considero que son estos momentos en los que es importante ir despacio. Creo que ahora es cuando debemos de exigir que se les otorguen a nuestras fuerzas de seguridad los fondos necesarios para que puedan continuar fortaleciéndose. Considero que es el momento de apoyarnos y confiar que las fuerzas de seguridad pueden hacer su trabajo, y que lo harán mejor con nuestro apoyo moral y vocal.

Es en estos momentos, que es más fácil que como sociedad nos metan gol. Estemos abiertos a proponer soluciones basadas en estadísticas y en políticas de Estado para que las mismas sean eficientes y sostenibles en el tiempo. Que no nos vendan soluciones de corto plazo, sino que se apueste por el fortalecimiento de las instituciones del Estado que están a cargo de la seguridad y la justicia.

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