Edgar Villanueva
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El lunes de esta semana, el portal electrónico Nómada publicó una noticia que contenía audios de una reunión entre diputados en donde se discutían las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. En los audios se escucha como descaradamente, los “padres de la patria” discuten como desean moldear un Tribunal Supremo Electoral y una ley electoral que sirva a sus intereses; que funcione, pero no tanto, que sea independiente, pero no tanto, dando muestras una vez más que la elaboración de la Ley en Guatemala está al servicio de los diputados y de los partidos políticos y no del pueblo.
Lo más sorprendente no es que los diputados sigan haciendo sus clásicas componendas y sinvergüenzadas, sino la mediocre reacción que hemos tenido como ciudadanía. Para darles un ejemplo, el mismo día que se destapó este escandalazo, pues no hay otra palabra para describirlo, en Twitter era más tópico de interés una noticia relacionada con un exboxeador (Motta Taracena), que la noticia de los diputados acordando el socavamiento de la democracia guatemalteca. Otra seña que no nos interesa nuestro futuro, es que parece ya no haber interés en la noticia y que, a pesar de las patéticas aclaraciones de un diputado involucrado, una vez más, Taracena y Cía. quedan en el olvido ciudadano.
Entonces, ¿por qué nos sorprenden que nos den atol con el dedo? En Brasil, la reciente protección del Presidente Temer por parte del Congreso ha desatado días de protestas y críticas. ¡La noticia ha trascendido a nivel mundial! Pero en Guatemala, un grupo de diputados se reúne con la visible intención de manipular el sistema electoral ¿y la noticia dura dos días? Ni los #miercoles/jueves/viernesdeCICIG parecen movernos hoy en día, ¿entonces que esperamos?
¿De verdad esperamos que va a llegar un gobernante que cambie el país? ¿Quién será? ¿Sandra Torres? ¿Alejandro Giammattei? ¿Canela? ¿Esperamos que lleguen integrantes dignos al Congreso para que la producción de leyes sea de beneficio para el ciudadano? ¿Cómo? Si el sistema electoral sigue siendo el mismo, con los mismos vicios, y tal y como nos han mostrado los diputados esta semana, no existe voluntad, ni valores, ni principios de parte de ellos para darle un nuevo rumbo a nuestra democracia.
El cambio de rumbo de nuestro país está en nuestras manos. Esto no implica que tengamos que dejar nuestros trabajos, empresas o familias y lanzarnos a las calles e integrarnos a movimientos “revolucionarios” o políticos para tomar el poder. Quiere decir que tenemos que tener cierta actitud frente al descaro, que tenemos que ser intolerantes con el que tranza en nuestra cara, que debemos de velar por la integridad de nuestra democracia con todos los mecanismos a nuestro alcance. Espero que nuestra memoria selectiva no nos falle en las próximas elecciones, recordemos este caso y castiguemos con lo que más les duele a los corruptos, cortarles la capacidad de participar en la repartición del botín. No votemos por sus partidos y dejémoslos fuera del Congreso.