Durante décadas, tras el Conflicto Armado Interno en el país y como parte de las políticas de polarización se ha venido descalificando cualquier acción que promueva más respeto a los procesos, a la presencia institucional del Estado y a la observancia de las garantías mínimas del individuo o, para decirlo más simplemente, se ha satanizado el concepto de los Derechos Humanos.

Se dijo que éstos eran siempre para proteger al delincuente, pero se olvidaba esa sociedad, muchos medios de comunicación, dirigentes políticos y el resto de sectores, que la Declaración Universal simplemente los otorga por ser individuos, seres humanos, y que bajo ese concepto todos debemos estar permanentemente bajo esa protección y también obligados a respetarlos.

El Derecho a la Vida, a la Justicia, a derechos económicos, sociales, culturales, familia, niñez, adolescencia, etc., nunca han estado y no pueden estar dirigidos a grupos en lo particular como se logró vender en Guatemala. Ahora, con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han surgido muchas peticiones para que se ponga atención a situaciones que tienen que ser revisadas para garantizar las mejores prácticas en nombre de la protección de los Derechos Humanos.

Y como ejemplo tenemos el de las carceletas del Organismo Judicial en las que muchos acusados tienen que pasar recluidos varios días en espera de su primera declaración. Esas mismas “carceletas” son ocupadas por pandilleros, empresarios, activistas, y todos los que se han visto alcanzados por la lucha contra el crimen organizado, la corrupción y la impunidad. A diferencia de las cárceles, donde hay algunos centros VIP, en este caso sí que ha llamado la atención la urgente necesidad de proteger los Derechos Humanos, de igual manera en que el “debido proceso” ha tomado relevancia ahora, pese a que fue obviado por siempre.

El llamado a la sociedad guatemalteca tiene que ser por reiniciar la discusión de esos derechos que nos pertenecen a todos y por los que debemos pelear con la misma energía como si fuera a nosotros a quienes se nos están violando.

Muchos en la sociedad han aplaudido prácticas de limpieza social. ¿Qué pasaría si un día se decide realizarla contra quienes han hecho actos de corrupción? Habiendo representantes de tantos sectores poderosos dentro de dicho grupo, seguro que empezaría a cambiar la perspectiva que se tiene sobre “matar a los que no tienen compostura”.

Los Derechos Humanos son necesarios y tenemos que dejar ya de pensar que son solo para unos u otros. Sin excusa, tenemos que ser un Estado más comprometido en cumplirlos y protegerlos.

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