Claudia Escobar. PhD.
claudiaescobarm@alumni.harvard.edu

Nicolás Maduro ha llevado a cabo uno de los actos más vergonzosos en contra de su pueblo: pretender imponer en Venezuela una Asamblea Nacional Constituyente que le permita consolidarse en el poder y eliminar el peso de la oposición política.

Aunque la respuesta de algunos países y organizaciones internacionales ha sido contundente, pues han desconocido el proceso de elección de la Asamblea, hace falta que otros Estados tomen una postura clara, pues las acciones de Maduro contravienen todos los principios democráticos de elecciones libres, además de generar una ola de violencia que ha cobrado la vida de más de 100 venezolanos y reprimido a miles.

Sin embargo, Maduro defiende su iniciativa –a capa y espada–, argumentando que el proceso fue legítimo. Además, anuncia que serán los nuevos constituyentes quienes tomarán las riendas del país y darán solución a la crisis económica; llevarán a cabo la restructuración en el Parlamento (eliminado a la oposición) y retomarán el control de la fiscalía, destituyendo a la Fiscal General.

La gravedad de la crisis económica, política y social de Venezuela no sucedió de la noche a la mañana. Poco a poco los venezolanos fueron perdiendo libertades esenciales, primero bajo el mandato de Hugo Chávez y luego de la mano de Nicolás Maduro, quien profundizó la crisis.

Es necesario entender cómo un país petrolero como Venezuela, rico en recursos naturales, con grandes posibilidades de estar a la cabeza de Latinoamérica en temas de desarrollo, se desvió por el camino incorrecto y destruyó su pujante economía.

Un buen amigo venezolano, Felipe Elías, me lo explicaba de esta forma: “Hugo Chávez llegó al poder porque la población estaba harta de los partidos políticos tradicionales que promovían abiertamente la corrupción, los compadrazgos y las componendas (cualquier parecido con la realidad de otros países del continente es mera coincidencia). Los gobernantes y los políticos velaban únicamente por sus propios intereses. En ese contexto, el discurso populista y nacionalista de Chávez convenció a la población, excluida del poder económico, que era necesario un cambio de rumbo para que tuvieran la oportunidad a mejores niveles de vida.”

Hay que recordar que Chávez llegó al poder de forma democrática, pero poco a poco fue sentando las bases de una dictadura y perdió totalmente su legitimidad. Encontró la forma de eliminar la independencia de los otros poderes del Estado, la Justicia se rindió a sus pies y neutralizó a la oposición en el Congreso; limitó las libertades individuales, incluyendo la libertad de prensa; destruyó las estructuras productivas y nacionalizó muchas industrias y comercios. Siguió todos los pasos del modelo cubano, hasta sumir a la población en la pobreza. Maduro se hizo del poder de forma fraudulenta y heredó un país al borde del colapso, los resultados están a la vista.

Este es el momento hay que tomar posturas y las naciones extranjeras deben apoyar al pueblo venezolano y rechazar al tirano de Maduro y su régimen criminal. Pero también es oportuno aprender las lecciones del país vecino para evitar recorrer el mismo camino.

Cuando en un Estado los diputados confabulan para evitar la independencia de los tribunales; cuando esos mismos diputados bloquean las reformas que buscan la independencia de la justicia; cuando en el gobierno la corrupción es sistemática; cuando la justicia está al servicio de los poderosos, ¡hay que poner atención y tomar medidas preventivas! Los sectores influyentes debieran tomar el liderazgo y convocar a los ciudadanos más comprometidos, honestos y creativos para buscar la forma de evitar una tragedia y la destrucción del país.

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