Adolfo Mazariegos

Hoy, momentos antes de disponerme a escribir estas líneas, veía en un canal de televisión la noticia de los nueve migrantes (dos de ellos menores de edad) que lamentablemente fallecieron encerrados en un camión de carga -sin ventilación ni agua- en la ciudad de San Antonio, Texas (USA), algo que ha sido catalogado como un acto verdaderamente atroz y repudiable a todas luces. No alcancé a escuchar la nacionalidad de los fallecidos, pero rápidamente vino a mi mente el considerable número de guatemaltecos que han tenido que dejar su tierra en busca de mejores oportunidades (o simplemente oportunidades, sin el «mejores») que les permitan, no digamos la consecución de ciertos satisfactores que en algunos casos podrían considerarse «lujos», como la posibilidad de comprarse un vehículo, vestir ropa y zapatos de mejor calidad, vivir en un apartamento alfombrado, etc., sino la simple y llana satisfacción de poder llevar comida a la mesa de las familias que han dejado en Guatemala, y quizá darle educación a los hijos que aquí les esperan… De acuerdo a cifras extraoficiales, solo en Estados Unidos, que es el país en donde radican más guatemaltecos en el extranjero, la cifra de inmigrantes chapines asciende a poco más de 1.2 millones, eso significa que, asimismo, una cifra considerable de esos inmigrantes contribuye a la economía de Guatemala a través de los envíos de remesas que realizan periódicamente, y que, automáticamente, se convierten en divisas para el Estado. Dichas remesas superaron en 2016 los US$7,000 millones, y en lo que va del presente año, la cifra ha superado ya el cincuenta por ciento de la totalidad de todo el año anterior (según información del portal del Banco de Guatemala. Véase: https://www.banguat.gob.gt/inc/ver.asp?id=/estaeco/remesas/remfam2010_2017.htm&e=132194). Estas cifras me hicieron recordar también un comentario que escuché hace algún tiempo y que decía -más o menos- que «Guatemala es un país que suele expulsar a sus mejores cerebros», es decir, los destierra, por una razón u otra. Y cierto o no, existe en ello una realidad latente, innegable y verdaderamente imposible de invisibilizar: la contribución que realizan a la economía nacional los emigrantes guatemaltecos que deciden radicarse en el extranjero, particularmente en Estados Unidos, mismos que a través de los años, sin embargo, han ocupado un lugar relegado a segundos planos, lo cual es una realidad a pesar de todo el significativo aporte que realizan en divisas al país. El escaso o nulo esfuerzo realizado por cada sucesivo gobierno por buscar una manera de facilitarles el ejercicio de sus derechos como ciudadanos guatemaltecos en el extranjero, ha sido más que evidente. Y hoy, más que nunca, debido a la coyuntura política adversa para los inmigrantes en Estados Unidos y por otras tantas razones que sería ocioso enumerar, se hace necesario prestar verdadera atención a esos guatemaltecos que a pesar de su importancia para la economía del Estado, y a pesar de que se diga o se quiera hacer creer lo contrario, se siguen manteniendo prácticamente en el olvido.

Artículo anteriorDe nuevo se reportan incidentes en el correccional “Las Gaviotas”
Artículo siguienteEl anuncio lastimero de los caminos abandonados