Eduardo Blandón

«La inteligencia tiene sus límites, las profecías tienen los suyos. Todo lo que tiene límites desaparecerá cuando aparezca lo que es perfecto».
Emmanuel Carrere

El estado calamitoso de las carreteras quizá simbolice nuestra desafortunada situación en que como sociedad nos encontramos. Unas circunstancias que no merecemos, pero que constituye el resultado de nuestro fracaso por la falta de rumbo. Reconozcamos que hemos dado palos de ciego, extraviados por no encontrar la fórmula que nos conduzca al estado de bienestar anhelado.

Los baches son la cifra que pone al descubierto nuestros desaciertos, los errores continuos y cálculos improvisados por falta de liderazgo. No hemos podido estar a la altura de los desafíos. Fragmentados, ha sido imposible la articulación. Y nadie ha podido urdir o tejer con finura. Quienes han estado alrededor del poder han fracasado. No importa su clase, el origen de su pedigrí o talla intelectual.

Una calle abandonada nos recuerda que el país ha quedado suspendido en el tiempo. Décadas perdidas en los que solo han medrado los políticos, banqueros y empresarios de catadura sospechosa. Muchos de ellos auténticos delincuentes de cuello blanco al servicio del Estado corruptor, cobijados por la impunidad que los protege. Sujetos refinados (algunos), de buenos modales y cuidadas maneras, pero pigmeos morales, de vergonzoso doble rasero.

La terracería de los caminos es el anuncio de tiempos catastróficos. La profecía del terror, la posibilidad del hundimiento del país. La llegada de la narcodemocracia, la asunción de payasos, el gobierno de transnacionales. Porque, claro, siempre se puede estar peor y hacia ello vamos. Abandonados, solos, desolados y sin protección, siendo testigos del saqueo de mineras y decisiones impuestas por gobiernos extranjeros. Pequeños, diminutos, reducidos a la mínima expresión, en virtud de la ausencia de cohesión nacional.

Un ministerio fracasado, como el de Comunicaciones, equivale a un gobierno inservible e inútil. Soso. Tiene que ver con la postración pública y desgobierno. Un país desgastado y castigado al eterno retorno. Una sociedad que da vuelta en una noria de días aburridos y predecibles. Si tan solo tuviéramos consciencia de ello. Si nos enteráramos que los caminos destrozados anuncian malos augurios. Quizá hiciéramos algo o simplemente pondríamos las barbas en remojo. Tiempos tristes los que nos toca vivir.

Artículo anteriorMigrantes, emigrantes e inmigrantes
Artículo siguiente«La reforma a la legislación bancaria»