Fernando Mollinedo C.

¿Qué tienen en la shola? ¿Por qué se enferman y pierden la noción de la naturaleza de su posición política? ¿Quién les autoriza para que administren en forma transitoria los recursos económicos que les compete y los utilicen como que si fueran propios?

Mientras algunos sectores de la sociedad luchan por acortar la brecha de la desigualdad existente entre unos cuantos y la mayoría de habitantes, los ladrones incrustados en la administración pública se huevean millones de millones de quetzales con ayuda de sus cómplices cooptadores de la iniciativa privada.

¿Cómo es posible que estos malditos ladrones hablen de “estado de derecho” cuando ni siquiera saben qué es eso, ni lo que representa dentro del contexto social y jurídico? ¿Qué responden cuando alguien les pregunta cómo hicieron para construir tan abultado patrimonio?

107 prófugos de la justicia y el cachimbazo de presos en Fraijanes, cuarteles militares, Pavón y hospitales privados, son prueba que la corrupción de los últimos años está siendo investigada; pero, faltan los años anteriores especialmente los de los “gobiernos de los empresarios”. No estoy especulando, digo lo que publicaron las notas periodísticas y ofrezco desde ya mis disculpas a quien se las merezca, pues toda regla tiene su excepción: no todos están podridos.

Residencias millonarias, mansiones, yates, aviones, lujos ostentosos, que la mayoría de estos ladrones no hubieran generado económicamente durante toda su vida y que en pocos años adquirieron ilegalmente, formando un clan que dio vida a una segunda Guatemala que nació de lo que sin escrúpulos le roban a la primera Guatemala honrada y trabajadora.

Es inevitable hacer números, pues en casi todas las instituciones y dependencias del gobierno se descubren actos que producen indignación social y apestan por su corrupción interna y externa. Ese ejercicio simple de lógica deduce que en el sistema bancario existen sus cuentas, de sus familiares y prestanombres y mucho más dinero en efectivo que emplean sin fiscalizar; así mismo, su nuevo patrimonio inmobiliario derivado de actividades “comerciales, bancarias, agroindustriales” con sus empresas reales y fantasmas en sofisticados actos ilegales.

El cinismo con que actúan causa el malestar colectivo, pues no pensaron en el daño que le infligen a la sociedad al robarle insumos para obras de servicio social. Solo falta que algún “cuerudo” diga que demandará a los medios de comunicación por el daño moral que le causó la publicación de sus actos corruptos.

Es inconcebible que políticos corruptos a pesar de su pasado como antonimia de la moral, sigan participando en política; alcaldes que, basta ver un poco hacia atrás, para darse cuenta de lo delincuentes que son y no digamos algunos diputados que ya deberían estar purgando una condena perpetua.

Es perceptible que la primera Guatemala ya no soporta la desmedida corrupción de sus autoridades de “alto nivel” de la segunda Guatemala; pues generan violencia, desigualdad, falta de competitividad, falta de oportunidades, falta de servicios y una injusticia social tremenda que tiene hundido a nuestro país.

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