Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando uno se imagina a Donald Trump sentado en su oficina de la Trump Tower con algún ejecutivo de su empresa a quien le dice que desea que compre un terreno (I hope you can buy that piece of land), entiende que no está simplemente expresando alguna aspiración genérica, sino que está instruyendo a su empleado para que haga lo que él desea. No por gusto existe la frase de «sus deseos son órdenes», puesto que es una realidad que cuando quien expresa lo que quiere está en posición de poder, la simple manifestación de sus deseos se convierte en una instrucción clara y precisa de lo que el subalterno debe hacer.

Ayer el exdirector del FBI, James Comey, relató la forma en que el Presidente de los Estados Unidos le dijo que deseaba que dejara estar el caso del general Flynn, porque es un buen hombre. No estaba simplemente dando a conocer sus ilusiones o deseos sino que estaba trasladando una instrucción precisa a su subalterno. Con el agregado, creo yo, de que no era siquiera el jefe inmediato sino el jefe supremo quien, en el impresionante ambiente del Despacho Oval de la Casa Blanca, hizo salir a todos los presentes para comunicarle al jefe del FBI su deseo o esperanza de que dejara en paz a quien el día anterior había sido destituido como Consejero de Seguridad Nacional.

Los republicanos del Comité de Inteligencia del Senado hicieron esfuerzos por demostrar que Trump nunca ordenó o instruyó a Comey para que actuara de una u otra manera sino que simplemente expresó su aspiración, deseo o esperanza de que la investigación del polémico general no pasara a más. Comey hizo referencia al entorno, a la manera y el lugar en que se produjo la expresión para enfatizar que él asumió que se trataba de una instrucción.

Esta mañana en el New York Times hay un artículo escrito por Nicole Serratore en el que ella da su visión del comportamiento de Trump con el Jefe del FBI comparándolo con el de un jefe abusador que acorrala a su empleada haciendo uso del poder intrínseco que otorga el nivel de superioridad que ni siquiera llega a hacer necesarias las órdenes porque basta la insinuación. Otra vez estamos frente a esa expresión porque vemos que se trata de deseos que son órdenes, literalmente hablando.

El asunto es de enorme importancia porque tiene que ver con el fondo del tema que se debate ahora en Estados Unidos. El meollo de la cuestión está en si hubo o no obstrucción de justicia cuando Trump le comunicó a Comey que esperaba que el asunto Flynn fuera enterrado.

Pero lo más grave de todo es la evidencia contundente de cómo Rusia metió las manos en la elección de Estados Unidos, tema que dará todavía mucho de qué hablar porque al fin de cuentas demócratas y republicanos tienen que entender que pueden ser hábilmente usados por el enemigo para debilitar a su propio país. Sobre la interferencia rusa en el proceso electoral si no quedó ninguna duda.

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