Francisco Cáceres Barrios

Si sacáramos un concurso para encontrar la definición más adecuada para describir cuáles son las características principales de nuestra administración pública a través del tiempo, seguramente que los tres términos indicados en el titular de este comentario merecería el reconocimiento unánime de la población guatemalteca. No vayan a creer los amables lectores que este aprendiz de escribiente es el creador de dichos calificativos, tan solo los tomé de una información que desde el mes de junio del año pasado estaba esperando, cuando la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (FUNDESA) dispuso desarrollar un programa de apoyo y colaboración al gobierno central para medir la eficiencia en la compra y manejo de inventarios en siete hospitales nacionales del país, pues desde entonces teníamos la sospecha que estas y no otras eran las principales causas del llamado desabastecimiento de medicinas en los citados centros salubristas.

Por las responsabilidades que he tenido que asumir a lo largo de mi vida laboral muchas veces tuve que hacer algo similar en algunas empresas en las que he tenido que analizar a fondo los métodos y sistemas operativos, ya fuera para la adquisición de materia prima principal o bien para hacer los pedidos de aquellos artículos que complementan la función de ser representante y distribuidor de productos y servicios comerciales. Así es que no fue para mí sorpresa alguna que, tratándose de medicinas, no solo la corrupción en las esferas gubernamentales era la causa de los problemas consecuentes que hoy siguen teniendo quienes para sobrevivir son de prioritaria importancia.

De esa cuenta me alegró mucho saber que el análisis que se está realizando a través del programa impulsado por FUNDESA ha venido a corroborar la impresión que los problemas que el Ministerio de Salud Pública son mayoritariamente consecuencia de la lentitud, burocracia y desorden de cómo se ha manejado las compras, la ausencia de métodos para valorar los inventarios y otros problemas más de índole técnica como administrativa, hasta corroborar que se han comprado productos de lento movimiento con prioridad a los que son calificados como de alto consumo. Demostrando que ello resulta inconveniente para el mejor uso de los recursos del Estado, pues no solo encarece sus costos sino que los procesos además de entramparse, dejan de ser transparentes. Sin embargo, la alegría que nos produjo el hallazgo de la causa fundamental de la falta de medicinas en los hospitales, bien podría derrumbarse si es que como tantas veces ha sucedido, los estudios que benefician el progreso y desarrollo de la administración pública en vez de implementarse las propuestas soluciones, se van directo a dormir a saber en qué gaveta de un alto funcionario. ¡Ojalá estemos equivocados!

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