Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

En el 2017, el posicionamiento geoestratégico está variando de conformidad con nuevos modelos de conflictividad, tanto interna en países como Siria o Venezuela, que atentan contra ciertos intereses de otros países, ya sea por sus distintos recursos o bien su representatividad poblacional o religioso; pero también la lucha que se libra en estos momentos en un Consejo de Seguridad de la ONU que pareciera que finalmente su modelo de “veto” de los grandes ganadores de la Segunda Guerra Mundial, está por agotarse.

Además de todas estas circunstancias que esperan definición y así evitar nuevas circunstancias de tragedias, los mercados económicos internacionales también libran una batalla especial en cuanto a los mecanismos de riesgo e inversión que puedan tener en distintas áreas, especialmente ante países consumidores de recursos, o bien de grandes prestatarios de moneda para avanzar en los procesos de desarrollo sostenible.

Y en medio de todo, aquellas circunstancias que también son de relevancia e importancia económica, social e internacional. Los conflictos que se libran, ya sean internos o internacionales, generan movimientos migratorios masivos, refugiados en muchos casos y en otros, migrantes que buscan tranquilidad económica o paz. Y en algunos casos, ambos. Estos grupos que dejan sus países, a su vez corren riesgos de desintegración familiar, o hasta de muerte durante su trayecto, y motivan a la toma de decisiones radicales en políticas antimigratorias como lo pueden ser los muros o la cancelación de visas de ingreso autorizadas. Todas están circunstancias, además de tensión y ansiedad, generan riesgo y amenazas, tanto para los Estados, como para las poblaciones.

Pero todas estas circunstancias el mundo ya las ha vivido antes. Guerras, éxodos masivos y políticas nacionalistas que protegen territorios han sido vividas históricamente. El problema en estos momentos radica en que pareciera que todas estas condicionantes se conjuntan al mismo tiempo, generando detonantes importantes de los que hay que prepararse, no solo para ataques como los que ya se dan con gases mortales o misiles dirigidos a distancia, sino los que socialmente se podrían esperar de todas aquellas poblaciones que desesperadamente buscan refugio, abrigo y oportunidad.

La escalada internacional hace inminente circunstancias graves para todo el mundo, y por ello los líderes de los países más desarrollados, deberán considerar encontrar propuestas que determinen el fin de estos conflictos, y esperar que conjuntamente con toda la comunidad internacional, los principios de paz y justicia social, equidad en el ejercicio de poder, principalmente el internacional, sobrepongan los oscuros intereses de grupos de poder que prefieren la inversión financiera en bombas y muerte, en lugar de vida y desarrollo.

Guatemala, desde su muy pequeña óptica geopolítica, debe ser firme en una política internacional de paz, de armonía y de protección de la población migrante.

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