Carlos Soto Pineda

En Guatemala “sobrevivimos” 16 millones 470 mil un habitantes, de estos, 6 millones 719 mil 760 están en el rango de los 0 a 14 años de edad, lo que implica que cerca del 52% de la población guatemalteca, casi 8 millones 565 mil personas, son menores de edad entre 0 y 18 años.

Durante el año 2016 se reportaron más de 6 mil menores de edad desaparecidos, más de la mitad de estos niñas entre las edades de 13 a 18 años.

Toda captación, transporte, traslado, acogida o recepción de un niño con fines de explotación es considerada como trata de menores o “tráfico de niños”, entendiendo por niño a toda persona menor de 18 años.

La OIT (Organización Internacional del Trabajo) ha estimado que más de 1 millón 200 mil niños son víctimas de trata anualmente y en América Latina 550 mil.

¿Por qué se “roban” niños en Guatemala? La respuesta como todo en este sistema capitalista-mercantilista lleva una connotación económica, de búsqueda de lucro con el menor esfuerzo posible.

Un niño en Guatemala es vulnerable en la amplia acepción del término; el Estado carece de una política coherente e integral para su protección y resguardo, además los niños y/o adolescentes no representan un sector poblacional que dé “réditos” electorales ni pecuniarios excesivos a los funcionarios que debieran ser garantes del bienestar infantil.

La explotación laboral infantil, el trabajo forzado es un hecho cotidiano, visible en Guatemala donde casi un millón de niños y niñas trabajadores están entre los 7 y 14 años de edad. De cada 100 niños y niñas en este grupo de edad, el 20% es explotado laboralmente, el 62.4% asiste ocasionalmente a la escuela y 18% no asiste a la escuela, ni desempeña alguna actividad productiva o formativa. Más de doce mil (12,000) niños y niñas forzados a trabajar tienen apenas 5 o 6 años de edad, sometidos a la mendicidad por coacción de bandas organizadas, o teniendo principalmente como víctimas a las niñas en las tortillerías, y a los niños en las “abarroterías” donde son sometidos a jornadas extenuantes de hasta 20 horas diarias, a dietas que rayan en la inanición, a dormir encerrados en el piso sobre un cartón y a patrones de conducta que lastimosamente serán reproducidos por considerarlos “normales”.

Recuerdo unas vallas en Cuba del año 1998 que comparaban datos de la realidad cubana con los del resto de América Latina, que mostraban lo monstruoso del Capitalismo voraz y los gigantescos logros del Sistema y pueblo cubano, y ahora reproduzco mentalmente y transcribo una que queda como anillo al dedo al presente artículo: “Más de 250 millones de infantes desde cinco a catorce años trabajan extensas y agotadoras jornadas laborales en el mundo… NINGUNO DE ELLOS ES CUBANO.”

La niñez explotada, negada por el sistema, vislumbra un albor en la basura, por culpa de esta “democracia” de usura que a falta de un pan o un libro “produce” niños que parecen de mil años, en la penumbra del abuso, inanición y la mendicidad… ¡Ay! Qué vergüenza siento al darme cuenta que por inacción soy culpable ¡por complicidad!

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