Francisco Cáceres Barrios
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No hace mucho, tal y como acostumbra nuestro alcalde municipal, con bombos, platillos y videos anunció que la ahora conocida plazuela sería una plaza, también con el nombre de España, transformándola en área peatonal y mostrando para ello dibujos de lo que algún día pudiera ser un lugar para el solaz y esparcimiento de los vecinos. ¡Estupendo! Exclamé para mí, pero luego me pregunté ¿qué va a hacer don Álvaro para no obstruir el mejor flujo de vehículos de sur a norte, de oriente a poniente y viceversa en un lugar ya de por sí congestionado desde hace muchos años? Por qué entramparlo todavía más, haciendo lo mismo que hizo en la Avenida Bolívar, la Calzada Aguilar Batres y otras vías muy importantes para dar paso a su Transmetro, resultaría otra desacertada idea.

La fuente de Carlos III merece el remozamiento que piensa hacer el alcalde, pero ello no debiera significar, bajo ningún punto de vista, perjudicar el libre flujo vehicular que la ciudad capital requiere encontrándole soluciones urbanísticas de gran altura y calidad y no seguir haciendo obras que muy bien podrán resultar bonitas a la vista o para mejorar el ambiente, pero que podría traer consecuencias muy perjudiciales. No hay que olvidar el daño causado a la población del norte de la ciudad con la remodelación de la sexta avenida de la zona central.

La citada fuente fue instalada en la Plaza Mayor o Parque Central en el año 1789 en honor al Rey de España, diseñada por Marcos Ibáñez, con el arquitecto italiano Antonio Bernasconi y los talladores Matías España y Manuel Barruncho. Tiempo después fue desmontada y sustituida por un kiosco para conciertos. Los restos de dicha fuente fueron encontrados en los alrededores de lo que fue la Penitenciaría Central y gracias a la encomiable labor de don Enrique Martínez Sobral, con el apoyo del licenciado Ernesto Viteri Bertrand y del Club Rotario de la Ciudad de Guatemala se reconstruyó e reinstaló en el año de 1933 en el lugar en donde ahora se encuentra, faltándole únicamente la figura del Rey, la que no fue encontrada por ninguna parte.

Es correcto que se conserve lo mejor posible la famosa fuente, como sin duda también es conveniente crear en el lugar un área peatonal llena de árboles y flora que mejoraría notoriamente su ambiente, pero ello no debiera ser obstáculo para continuar estudiando o analizando otras opciones, como la de cambiarla de lugar, pues nomás tomar medidas a rajatablas que más temprano que tarde podrían traer serias consecuencias en perjuicio de la población en general. Es oportuno recordar aquella frase atribuida a Hipócrates: “A grandes males, grandes soluciones”.

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