Siempre hemos dicho que la lucha contra la corrupción y la impunidad tiene que atacar en algún momento a la mera macolla de esos poderes fácticos que, mediante vínculos con los más tenebrosos grupos clandestinos, manipulan para mantener el control de las instancias de poder. Hace más de diez años, en La Hora denunciamos el papel que jugaba en esas ligas el diputado César Emilio Fajardo, hoy detenido por el caso de plazas fantasma.

Como ocurrió con Al Capone, quien terminó en la cárcel por evasión de impuestos y no por los crímenes cometidos, Fajardo está preso por los negocios particulares que hizo además de ser uno de los principales operadores de los poderes ocultos en temas como la conformación de las Cortes y del Poder Judicial, siendo artífice del manoseo de las Comisiones de Postulación, pero también en el de elecciones presidenciales, como ocurrió con la campaña de Álvaro Colom y luego la de quien en un tiempo fuera su esposa, la señora Sandra Torres. En otras palabras, estamos hablando de un operador político de altos vuelos al servicio de los grupos más tenebrosos.

No por gusto fue que Fajardo fue el diputado de la Unión Nacional de la Esperanza que emitió dictamen en contra cuando se conocía en el Congreso de la República la instalación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala. El entonces candidato Colom había asegurado a la Organización de Naciones Unidas y gobiernos de países amigos, que su bancada en el Congreso sería decisiva para impulsar la creación y funcionamiento de la CICIG, pero el día en que se conoció el dictamen específico resultó que el representante Fajardo, pieza fundamental de la UNE, había votado en contra, respondiendo a los intereses de sus verdaderos amos, los grupos especialistas en financiamiento electoral ilícito que no vacilaban en usar toda la fuerza y violencia para abrirse las puertas de las campañas electorales.

Durante varios lustros, César Emilio Fajardo ha sido uno de los principales operadores de esos grupos en las más altas esferas del poder y ha maniobrado a su sabor y antojo para cumplir con la efectiva cooptación del Estado. Hoy no se encuentra procesado por esos crímenes, sino que será sometido a proceso porque, colateralmente, decidió embolsarse unos centavos con el negocio tan común en el Congreso de las plazas fantasma mediante el cual han inflado la planilla, pero buena parte de ese dinero termina siendo un sobresueldo para diputados poco escrupulosos. Por eso decimos que es un caso similar al de Al Capone, quien también cayó por un delito menor.

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