Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Al doctor arqueólogo estadounidense Richard Hansen se le concedió la Orden del Quetzal, en grado de Gran Cruz, por sus meritorios cuarenta años de trabajos dedicados en la conservación de El Mirador, en el Petén. Me uno al regocijo de tanto buen guatemalteco por el reconocimiento otorgado y más aún por sus palabras de agradecimiento cuando dijo: “Yo solo soy un mensajero, ustedes (refiriéndose a los chapines) tienen la responsabilidad de conservar el lugar, que colapsó por los excesos, pérdida de valores y abusos”. ¿Acaso esto último no está lleno de sabiduría digno de tomarlo en cuenta para el futuro del país?

No es tanto el cuidado y buen manejo del área arqueológica mencionada sino de todo lo que representa el patrimonio nacional, por lo que debiéramos unirnos los guatemaltecos para llamar al orden y exigir de nuestras autoridades dejar de lado su desmedido interés por usar los recursos nacionales únicamente para satisfacer sus propios intereses, haciendo a un lado la responsabilidad de conservar lo que es nuestro. Las mismas palabras van dirigidas a usted presidente Morales, como a sus colaboradores, a los diputados, a los jueces y magistrados, a los servidores públicos sin distinción de sexo, rango o posición, como a todos los que tenemos el orgullo de llamarnos guatemaltecos.

Y es por ello que traigo a colación el desastroso acontecimiento ocurrido la semana pasada en el Centro Hogar Virgen de la Asunción porque en su colapso, intervinieron esos mismos excesos, pérdida de valores y abusos, que tristemente se vienen repitiendo a diario y por todos los rincones del país. El incendio, la inseguridad y las condiciones propicias generativas de este tipo de desgracias parecieran ser espontáneas, pero no lo son. Se gestan a través del tiempo durante el cual se acumula el desinterés, la despreocupación y la irresponsabilidad de las autoridades que, sin prever la catástrofe que se veía venir, las permitió su inconsciencia.

Es oportuno advertir entonces que todo el drama que durante los últimos días nos ha tocado vivir no tardará en volverse a repetir en un centro penitenciario, en alguno de salud, en un educativo o en otro asistencial, si seguimos permitiendo tantos y repetitivos “excesos, pérdidas de valores y abusos” de nuestras autoridades y también, porque en cada uno de nosotros fuera por espíritu de imitación o por indiferencia, lo hemos venido consintiendo hasta llegarlo a hacer parte de nuestra manera de ser o comportamiento usual dentro de la sociedad en que vivimos. Por ello, hay que tomar lo ocurrido como buen ejemplo para prevenir la ocurrencia de otro desastre similar, si es que sin excepción alguna, pudiéramos asumir todos el compromiso de cambiar.

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