Lucrecia de Palomo

El cerebro del ser humano se transforma desde su nacimiento hasta su muerte. La inteligencia es dinámica, no estática. Al aumentar las habilidades y conocimientos se logra percibir mejor y por ende se aprende a pensar (si no se ejercita se pierden); todo ello conlleva a la forma en que se solucionan los problemas de la vida diaria. Al final, para eso nacemos, a resolver problemas.

Dos de los grandes estudiosos que nos han mostrado sobre el desarrollo cognitivo del hombre son Piaget y Vygotsky. El legado del primero es su estudio del desarrollo cognitivo y forma de aprender según cuatro distintas etapas o/y edades, (las cuales pueden variar en el tiempo para alcanzarlas según la cultural y su influencia en los aprendizajes) y el desarrollo de la inteligencia. Estas etapas tienen su particular forma de pensar y aprender, una precede a la otra y el segundo nos evidencia cómo se hace necesario un intermediario para que se amplíen. Ambos científicos son considerados teóricos del constructivismo. Cuando se diseñan los sistemas educativos se debe, obligadamente, poner atención a estos teoremas.

Piaget nos dice que las estructuras mentales en niños de 2 a 6 años aún carecen de sentido lógico, período al que nombra Estadio Preoperatorio; por ello los pequeños asisten al nivel de párvulos, diseñado para superar esta etapa y poder llegar a los 7 años al estadio de Operaciones Concretas en donde operan hasta los 12 años aproximadamente (nivel primario en Guatemala). Lamentablemente muchísimos de nuestros pequeños, por no tener un facilitador adecuado en su entorno para su aprendizaje, tardan más en superar las etapas; los distintos factores socioculturales provocan que el 1ro. grado de primaria tenga en nuestro país una mayor repitencia y en los grados superiores la sobreedad sea una constante.

Las usanzas a las que son expuestos los pequeños son las que van dando mayor significado a sus pensamientos y el desarrollo del lenguaje; en la mayoría de los hogares nacionales éstas son escasas por la pobreza. Nuestra cultura es analfabeta-oralista, la lectura y escritura no son un hábito que pueda ser copiado y asimilado fácilmente por la mayoría de nuestros chicos (sobre todo aquellos que asisten a las escuelas públicas); lo que hace que el proceso lector se retrase en contraste con los países desarrollados. Nada de lo anterior pasa desapercibido a quienes están inmersos en el proceso educativo nacional.

Llama muchísimo la atención, que los asesores nacionales de agencias internacionales, como expertos educativos que son, tengan varios años de estar tratando hacer cambios en las edades del nivel preprimario de educación, para copiar el que tiene Estados Unidos de Norteamérica. Pero llama aún más la oficialización por parte del Ministro que, a partir del 2018 el grado de preparatoria desaparecerá, todos los niños de 6 años pasarán a 1ro. de primaria, en lugar de los siete.

Si se agrega a lo anterior la falta de planificación de nuestras autoridades educativas, estos pequeños se enfrentarán a maestros que fueron preparados para trabajar con estudiantes cuyo pensamiento es de Operaciones Concretas (que ya de por sí tienen dificultades para enseñar a leer y escribir, así como operaciones matemáticas en 1ro., esto porque nuestros pequeños tardan mucho más es transitar por su anterior período de pensamiento) en el nivel primario.

Ante los cambios descabellados que se vienen haciendo en el Ministerio de Educación en cuanto al sistema educativo, que ya tienen resultados nefastos en la vida nacional, ahora se presenta el cambio de edad para el primer grado primaria. Por ello me permito utilizar la frase que acuñaron los maestros cuando se implantó el programa Salvemos Primer Grado en el 2005 (que consistía en que todo niño del primer grado primaria debía ser promovido a 2do. año), “Salvemos primer grado y chinguemos la primaria”. Y sucedió (aun cuando nunca se hicieron estudios al respecto) fueron muchos los que egresaron de 6to. sin saber leer y escribir.

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